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lunes, 17 de marzo de 2014

DOCE LUNAS - JUAN SOTO IVARS

DOCE LUNAS

JUAN SOTO IVARS
AJEDREZ PARA UN DETECTIVE NOVATO

1)    El protagonista de la novela pasa de la servidumbre hacia un escritor consagrado a trabajar para un afamado detective, ¿es que padece algún tipo de síndrome de admiración ciega hacia los genios?

          Pues usted me ha pillado en un rasgo autobiográfico del personaje del que yo no me había dado cuenta. Es así. Admiro a los genios y admiro a mis maestros. Hago lo que hago gracias a que personas que sabían más que yo me pusieron en la senda. Escribir, sin ir más lejos, fue una idea de mi profesora de literatura, Pilar García Madrazo. Desde entonces he intentado admirar mucho a las personas que saben, y más de una vez he salido escaldado. Hay quien percibe la admiración como una amenaza.

2)    ¿Qué figura narrativa le resultó más compleja de crear, el melifluo escritor Vélez de Pucela o el dandy detective Marcos Lapiedra?

          La creación de los personajes tiene una complejidad misteriosa para el escritor. Yo no soy amigo de decir que oigo voces, más que nada por lo que puedan pensar las autoridades psiquiátricas. Pero si le soy sincero es un poco así. En este sentido, Lapiedra era mucho más hablador que Vélez de Pucela. Es un personaje mucho más complejo.

3)    Y resulta difícil sustraerse a la siguiente pregunta: ¿alguno de los dos tiene un referente real conocido?

          Me imagino al gordo Vélez de Pucela como un Balzac en decadencia y a Marcos Lapiedra como una mezcla entre Poirot, Arturo Fernández y Julio Iglesias. Pero el lector tiene derecho a buscar sus propios referentes.

4)    Ahora una doble: ¿por qué juega con la identidad del protagonista, manteniéndolo en el anonimato durante casi toda la novela? ¿No tiene un cierto aire a un “Lázaro del futuro”?

          Posiblemente ésa sea una buena imagen, pero si lo admito me llamarán vanidoso. La razón por la que el narrador protagonista oculta su identidad es que es un hombre de mi tiempo y de mi edad. Nuestra vida laboral es tan cambiante, tan insegura, que tenemos una pata menos de la identidad. No podemos decir “soy alfarero” o “soy mecánico naval” porque lo más posible es que cambiemos mil veces de trabajo. Eso le pasa a él. Y nos oculta su identidad hasta el final porque su identidad importa tan poco como la nuestra.

5)    Usted habla de una sociedad en un futuro cercano que no sale muy bien parada, ¿cree que en la actualidad nos vamos acercando a una distopía que puede terminar haciéndose real?

          Yo retrato una España criminal, y tengo la certeza de que somos un país sumamente honrado. Si nadie ha matado ya a algún banquero o algún político en un arrebato, no creo que vaya a ocurrir. Me parece que el futuro es precario, que la crisis ha terminado y que no habrá ni crimen de sangre ni justicia ni venganza. Quizás la de mi novela es una España paralela donde las cosas van siempre un paso más allá que aquí.


6)    ¿Por qué emplea el humor y la parodia como elementos principales a la hora de ejercer la crítica?

          Cuando me pongo solemne con algún tema social en mi columna de El Confidencial siento que no he hecho bien lo que tengo que hacer. La parodia es una deformación, y la deformación a veces es la forma más precisa de retratar. Estoy pensando en el Hitler de Chaplin. ¿No le resulta mucho más real que el de los documentales? Creo en la parodia como método para conseguir retratos perfectos.

7)    Letras y crímenes, su personaje pasa de ser negro literario a detective privado, ¿disfrutó mucho como narrador provocando semejante cambio?

          Disfruté mucho escribiendo toda la novela, nunca me he divertido tanto. Se supone que la tarea de escribir es dura y laboriosa y en este caso no lo fue. El cambio de vida del personaje me parecía apasionante como narrador, me daba la oportunidad de pensar cuánto de realidad estaría dispuesto a soportar alguien que vive fundamentalmente de la ficción.

8)    Tres novelas, mucha juventud y el Premio Ateneo Joven de Sevilla con una obra que habla de ciertos entresijos literarios, ¿qué opinión le merece el mundillo de la literatura?

          Pues veo que hay: mucho talento, demasiados autores, infinita mediocridad, escasísimo dinero y lectores muy desorientados. Trato de relacionarme lo menos posible con el mundillo literario aunque tengo fama de lo contrario. Tragar con el mundillo literario es el pago que hay que realizar para que tus novelas lleguen a las librerías.

9)    La línea narrativa y argumental de la novela es compleja y muy exigente, ¿llegó a perder el norte en algún momento durante el proceso de creación de la misma?

          No, pero tuve miedo de hacer un texto intrascendente, porque es el peligro de la sátira. Por fortuna, el tramo final de la novela me dio la posibilidad de volver a la seriedad, de convertir ese mundo loco y absurdo en algo amenazante y terrorífico para los personajes.

10) ¿A quién le debe Juan Soto Ivars su concepción de la literatura, de qué influencias literarias se siente deudor?

          Cada novela mía es muy distinta, así que cada una tiene sus propios referentes. En el caso de Ajedrez para un detective novato, le debo mi éxito, o mi fracaso, a Jardiel Poncela, Valle Inclán, Cervantes y Francisco Umbral.

11) ¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos, en qué anda trabajando ahora?

          Mi actividad como columnista me mantiene activas las células de escritor, y entre eso y varios trabajos más cuento los días para que la próxima novela me haga dejar todo lo demás. Empecé una. Estoy en esa parte de la escritura en la que tienes que demostrarte que vale la pena dedicar todos tus esfuerzos a escribirla.

12) ¿Cómo convencería a un lector desconocido para que se acerque a conocer las andanzas de este detective novato?


          Le diría que lea los primeros capítulos, que se pueden leer gratis, y que si tiene ganas de más corra a una librería como alma que lleva el diablo.




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