El pasado no muere
Esta
segunda entrega de la Trilogía del Baztán ha irrumpido en el mercado editorial
casi con más fuerza que su antecesora. Por fortuna, el lector no ha tenido que
esperar demasiado tiempo para volver a disfrutar de la inspectora Amaia
Salazar, a la que siguen persiguiendo demasiadas sombras procedentes tanto de
su infancia como de los antiguos rencores que siempre han pendido sobre ella.
Eso sí, Dolores Redondo ha dado un par de pasos más allá, porque la intensidad
de los crímenes, y casi podríamos decir que también el salvajismo, han
emprendido un peligroso ‘crescendo’. A la figura de aquel basajaun, protector de los bosques, la sustituye ahora el tarttalo, una criatura despótica y
caníbal que deja los huesos de sus víctimas a la entrada de su cueva, para aviso
y pasmo de caminantes, en esas tierras umbrías donde por encima de la niebla
sigue flotando la estela de la diosa Mari.
Esa
naturaleza enigmática, que ya nos subyugó en la entrega anterior, se ve
sazonada con las maquinaciones de un terrorífico manipulador, precisamente el
tipo de asesino más temido en los últimos tiempos en Estados Unidos, la cuna
del crimen en serie, aquél que no mata pero induce a otros, de mente mucho más
débil, a cometer los asesinatos. La autora donostiarra se ha destapado como una
maestra a la hora de dirigir un circo narrativo de varias pistas, en el que los
maltratadores pasan de ser asesinos a emisarios que martirizarán la conciencia
de la inspectora. Por no hablar de la importante presencia de la mitología
vasca, y de algunas costumbres que pondrán el vello de punta a los espíritus
curtidos en mil batallas o habituados a las tramas criminales más virulentas.
Pero
no todo es pánico y horror, Amaia da a luz a Ibai, su primer hijo, trata de no
salpicar mucho al marido escultor con las cuitas de su trabajo, y hasta crece
como jefa lidiando con el díscolo Montes y con Markina, un juez muy peculiar
que romperá entre los lectores muchos tópicos de su oficio. Todo se va amasando
como uno de esos juegos en los que no pueden retirarse los tablones
entrelazados para que no se derrumbe todo el armazón. Dolores Redondo sabe,
cada vez mejor, cómo controlar los resortes de la narrativa negra para que el
lector no se separe de ella en ninguna página, ya sea dándole sangre y sombras,
o relaciones humanas. Y manteniendo la expectación de cara a la última parte de
la trilogía.
Legado en los huesos. Dolores Redondo.
Destino. Barcelona 2013. 556 páginas. 18’50
euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 8/3/2014)
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