LA
FAMILIA
La
familia no se elige, es una suerte de lotería con la que tenemos que lidiar
durante toda la vida, nos guste más o menos, salvo que uno decida romper vínculos
y desentenderse para navegar solo, algo que tarde o temprano termina pasando
facturas. Y de facturas hablan también Ana Ballabriga y David Zaplana en esta
su quinta novela, porque le plantan cara al mal, y no como si fuera algo ajeno
a nosotros, sino como algo que late en el interior de todos nosotros, algo
dispuesto a salir dando dentelladas a poco que uno se descuide.
La vida de un exitoso
escritor, a la sazón autor de una serie de novelas negras, se ve sacudida por
el hallazgo de una pequeña llave que no solo abre un piso, cuya existencia
desconocía toda la familia, sino que destapará también una caja de Pandora cuyos
efectos se irán expandiendo, como la voluntad de una piedra traviesa, en la
calmada superficie de este clan familiar. El padre, que fue policía y dedicó
toda su vida, incluso más, a la persecución del mal, deja un reguero de pistas
para que su hijo Camilo Rey (no se pierda el lector el guiño del patronímico) logre
aclarar la muerte de los padres de Pura, la mujer a quien le dejó en herencia
ese piso en el casco antiguo de Cartagena, un piso que guarda innumerables
sorpresas.
Y está en Cartagena porque
la ciudad es el escenario de esta trama poliédrica, armada con varios
tentáculos que abarcan a las tres generaciones de la familia, cada una con sus
secretos, cada una con sus propios cadáveres en el armario, cada una con sus
culpas y sombras capaces, como ya se ha mencionado, de alimentar el mal. Porque
el mal está ahí al acecho, y la debilidad humana es su alimento, eso parecen
defender los autores de la novela: que el determinismo familiar, social e
incluso económico, es algo de lo que cuesta desprenderse.
Quieren Ana y David
incidir también en las pequeñas acciones que pueden terminar dándole salida a
la bestia, no ya los rasgos de un maltratador de género, que acaso no sepa cómo
frenarse o escapar a su destino, sino los microdetalles violentos, verbales o
de pensamiento, que todos podemos albergar a diario, a poco que rasquemos en
nuestras conciencias. Ahí parece radicar el mayor mérito de fondo de la novela,
en hacernos reflexionar acerca de nuestra conducta en los momentos más nimios,
y puede que no nos guste lo que encontremos frente a ese espejo.
Narrativamente, además,
hay unos cuantos méritos más, tramas que se solapan, investigaciones que
trascienden lo temporal, amores contrariados, adolescentes insatisfechos,
maltratos incestuosos, atracciones también incestuosas, imanes generacionales,
miedos, venganzas, todo un combinado que gobierna las relaciones de esta familia,
y que pondrá al lector al borde de la mayor de las inquietudes.
Tenemos mucho que cambiar,
parecen decirnos Ana Ballabriga y David Zaplana, y no todo el mundo puede ser
capaz de hacerlo, tenemos que enfrentarnos al mal antes incluso de que se
manifieste, antes de que los Rodrigos y Camilos, pero también las Remedios y
Martirios logren imponer sus criterios, antes de que terminemos siendo como ese
bibliotecario ciego, lo justo es que abramos los ojos, empaticemos y seamos
capaces de ponernos en los zapatos de los otros. Tal vez así logremos impedir
la salida de la bestia, al tiempo que disfrutaremos de una buena novela.
LA
PARADOJA DEL BIBLIOTECARIO CIEGO
Autores: Ana Ballabriga, David Zaplana.
Amazon Publishing. Luxemburgo 2018. 476
páginas
No hay comentarios:
Publicar un comentario