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jueves, 13 de febrero de 2020

EL ÚLTIMO BARCO - DOMINGO VILLAR

EL ÚLTIMO BARCO de Domingo Villar por Antonio Parra

Título

El último barco
  
Datos publicación

Siruela Policiaca. Madrid 2019. 710 págs.

Autor
  
Domingo Villar (Vigo, 1971) inauguró con Ojos de agua la exitosa serie protagonizada por el inspector Leo Caldas. El segundo título, La playa de los ahogados, supuso su consagración en el panorama internacional de la novela negra, obteniendo excelentes críticas y ventas. En 2019 se publica El último barco, el esperado regreso del inspector Caldas. La serie ha sido traducida a más de 15 idiomas y ha cosechado un gran número de premios, entre los que caben destacar el Novelpol en dos ocasiones, el Antón Losada Diéguez, el Premio Sintagma, el Premio Brigada 21, el Frei Martín Sarmiento, Libro del Año de la Federación de Libreros de Galicia. También ha sido finalista de los Crime Thriller Awards y Dagger International en el Reino Unido, del premio Le Point du Polar Européen en Francia y del premio Martin Beck de la Academia Sueca de Novela Negra.

Sinopsis de la obra

            La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo.
Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios.
Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.

Fotografía: Elena Palacios
Reseña
La pausa

            Mucho hemos tenido que esperar los lectores de Domingo Villar para volver a disfrutar de las andanzas del inspector Leo Caldas, a quien ya tuvimos en Ojos de agua y La playa de los ahogados. Ahora, con esta tercera entrega, hemos comprobado que merecía la pena esperar, porque el resultado ha sido un trabajo meticuloso, delicado, tratado con mucho cariño, el mismo que se profesa a las piezas creadas en la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, uno de los escenarios de esta trama.
En tiempo de prisas, de acelerones narrativos, la pausa que practica Domingo Villar es un valor al alza, un rasgo a tener en cuenta para ir envolviéndonos en una prosa calmada, como el buen aire gallego, en la que, eso sí, no falta un solo paso de los que deben darse en toda investigación policial que se precie, tal y como se lleva a cabo en la novela, fruto de una gran preocupación por los detalles y el procedimiento policial, como debe hacerse dentro y fuera de los libros.
Vigo, por supuesto, sigue siendo un personaje clave en la narrativa de Villar, al igual que el padre de Leo Caldas y su ayudante Estévez, quizá el trío capital que sustenta estas novelas, y que acoge al lector con el calor de un buen brasero invernal, sazonado incluso por los vinos de Caldas padre o los platos que se sirven en la complicidad del Eligio. Universos reconocibles para los fieles, pero también puertas abiertas para los nuevos lectores, que ya entrarán para siempre en la atmósfera de Caldas.
En este caso, la desaparición de Mónica Andrade es la que pone en marcha el mecanismo narrativo, con todo lo que eso conlleva: preguntas, declaraciones, suposiciones (pocas), esperas, caracteres, sueños y hasta miedos, venidos del otro lado del pasado y de la frontera portuguesa. Leo Caldas ha de ir con pies de plomo, sin fiarse de nadie porque nadie le da un testimonio claro, todo son neblinas, y en ese territorio es donde un padre con influencias puede condicionar una investigación, ya sean incidiendo en un comisario que se siente en deuda con él o percutiendo en la posible profesionalidad del inspector.
Como ya se ha dicho, la Escuela de Artes y Oficios, donde la nueva Mónica daba clases, se convertirá en una caja de sorpresas para Caldas, y a su alrededor irán surgiendo teorías y personajes magníficos como el vagabundo latinista Napoleón, el Vaporoso, un marinero pegado al recuerdo de una sirena, o Camilo, un joven extraordinariamente dotado para el dibujo. Todo ello sin olvidar a Losada, el vampírico locutor de radio con el que el inspector se ve obligado a compartir programa, o la inquina que los perros le tienen al bueno de Estévez.
No pretenda el lector correr, siéntese y disfrute de una trama policial que roza la perfección y que además ha de disfrutarse morosamente, como los buenos vinos.

1 comentario:

Unknown dijo...
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