UN
TOZUDO ENANITO
Ya te lo dije, Walter, ya te advertí de que el enanito se revolvía en mi interior con una terquedad inversamente proporcional a su tamaño. Yo algo sospechaba, porque nos pagan para eso, para sospechar, y porque la gente siempre se cree más lista de lo que es, y termina por subestimarnos. Lo que nunca pensé es que tú me intentarías subestimar a mí, amigo mío.
No hables, no hables ahora, no hace falta, ya he oído
toda la grabación, y lo que no haya oído aún lo he ido imaginando durante los
últimos días. Me hago una idea de todo por lo que habrás pasado, de cómo te enredarías
en esa telaraña que ella se habrá encargado de ir tejiendo a tu alrededor.
Sí, la vi, me las ingenié para saber quién era, y sobre
todo cómo era, de qué manera sus ojos eran capaces de moldear la realidad y
vendérsela a cualquiera envuelta con un lazo envenenado. No pensarías que iba a
conformarme sólo con saber del marido, había muchas lagunas en todo aquello, en
la póliza tan repentina, en el accidente de aquel tren. Demasiado alimento para
ese enanito que tan bien conoces, amigo Neff.
Ya te advertí que siempre hay una Phyllis detrás de
hombres como aquél, en algunos libros les llaman viudas negras, incluso aunque
nunca lleguen a los extremos a los que ésta llegó, arañas hacendosas que poco a
poco se hacen las dueñas de todo lo que hay a su alrededor. La diferencia es
que algunas encuentran a un incauto que haga el trabajo sucio y otras no.
Shhh, no hables, no te justifiques, ahora no sirve de
nada, ahórrate el aliento, no creo que me hayas defraudado, aunque confieso que
al principio sí lo sentí, y por eso mismo estuve tentado de dejarlo correr,
pero si tú ganabas ganaba también ella, y eso se me hacía más difícil de
digerir, y al enanito ya ni te cuento.
Descansa, amigo mío, descansa. Ya no importan ni la ética
ni los códigos, ahora puedes descansar tranquilo. En el fondo me das envidia,
sí, quién iba a decirlo, porque fuiste capaz de ir más allá, de ver algo y
luchar por ello, de vivir fuera de las normas, de las leyes, y eso ya nadie te
lo puede quitar, esa pasión fue únicamente tuya.
- Han llegado los médicos, señor Keyes.
- No hay prisa, ya no hay prisa.
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