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martes, 3 de febrero de 2009

LA LINTERNA MÁGICA - GOLFUS DE ROMA


GOLFUS DE ROMA

 

             La Historia tiene unos guiños gamberros, o cuando menos irónicos, dos milenios y pico después descubrimos que la herencia del imperio romano sigue, tan fresca, habitando entre nosotros, para que luego nos hablen los libros de decadencias y caídas varias. En las excavaciones del teatro romano de Cádiz ha saltado la sorpresa, con la inscripción que acusa a Balbo, el promotor de la construcción, de ladrón. Eso son delitos morales sin prescribir y lo demás, cuentos.

 

            Y el mensaje no podía haber aparecido en mejor lugar y en mejor momento, porque conociendo la guasa que atesoran los gaditanos – a ver cuándo esa ciudad pasa a llamarse de una vez Cai, que sería lo suyo -, las chirigotas que se avecinan van a ser de órdago. Ya se han oído voces acerca de los antepasados del Pocero, o de una corrupción urbanística de tradición milenaria, o de lo distinta que sería la inscripción si se hubiera escrito hoy, Balbo con uve, ladrón sin tilde... Y lo que queda.

 

            Aquella loba, al parecer, no sólo amamantó gemelos, también nutrió a zorros de la construcción, cuyos descendientes han llegado a hacerse césares de Marbella o Seseña, o a intrigantes que han legado una adicción febril al puñal traicionero en la comunidad madrileña, con ese espionaje que todavía no tiene Bruto, o Bruta rubia que aseste el golpe definitivo. Y uno que pensaba, ingenuo, que sólo nos habían dejado acueductos y calzadas, y una lengua madre que entre unos y otros están transformando en madrastra fea de tanto como la maltratan. Pero eso sí, lo que no hemos adoptado tan bien como debiéramos ha sido el Derecho Romano, porque si el dichoso Balbo viviera hoy, habría mirado la inscripción con desdén, sabedor de que, fueran cuales fuesen sus desmanes, muy mal se le tendría que poner la cosa para pisar una celda.

 

No hay más que ver cómo les va a los Balbos de hoy, todos esos constructores que ahora tanto se lamentan de la crisis pero han olvidado muy rápido el llenazo pecuniario que experimentaron sus bolsillos hace algunos años. Que se recalifican terrenos a precio de saldo en la Costa del Sol, da igual, que se cae un pabellón en Sant Boi, no pasa nada, como mucho, unos mesecillos de juzgados y arrestos, y a disfrutar después de las cuentas fantasma de las Islas Caimán. Ahí están Julián Muñoz o Juan Antonio Roca, dispuestos a forrarse todavía más en cuanto la diosa de la balanza les quite la venda de encima.

 

Eso sí, luego llegan dos jóvenes gamberros, le roban la pizza a un repartidor – otro ultraje a la herencia romana -, y los encarcelan de inmediato con la amenaza de una pena que va de los dos a los cinco años, vamos, que hay etarras enchironados menos tiempo por alguna explosión que otra. Urge revisar los códigos penales ante esta bacanal de desequilibrios, o ya podemos ir empuñando el spray para que dentro de mil años algún arqueólogo incauto lea nuestras protestas. ¡Qué imperio!, que diría Forgius.

 

2 comentarios:

Roberto Fernández Puente dijo...

Como tu bien dices, se nos avecina buena cuando los amigos de lo ajeno le echen en cara al que legisla que sus penas, (las privativas de libertad no sus duelos personales), siempre son mayores que las que se les imponen a los que cometen delitos diversos pero con corbata de a cien euros. Al final con tanto cachondeo se deslegitima la capacidad sancionadora en mucho menos de lo que se recalifica una finca. Y ya es decir.

Saludos

Anónimo dijo...

Gracias por la información sobre esa leyenda escrita en la piedra. En cuanto a lo añejo de la 'tradición' ya intuíamos algo. Saludos