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sábado, 20 de junio de 2009

OJOS DE FUEGO




OJOS DE FUEGO


Queridos amigos, por fin, este mes de junio, vio la luz definitivamente la edición que Tres Fronteras ha hecho de "Ojos de fuego", la que fue mi primera novela. Desde aquí aprovecho para agradecer el hecho de que la tengamos en la mano a José María Pozuelo, Paco Giménez Gracia y José Antonio Bascuñana, y por supuesto a Rubén Castillo, que siempre ha apostado por esta novela.

Os dejo aquí algunas imágenes de las dos presentaciones que hemos hecho, en Murcia y Cartagena, en las que he tenido el orgullo de contar con un buen puñado de amigos, y con presentadores de lujo como Luis Leante, Ana Escarabajal o Paco Marín. Espero que todos aquellos que hayáis quedado fascinados por la maravillosa portada os animéis a dar un pasito más y abrir sus páginas, creo que no os arrepentiréis.






Aquí os dejo también un enlace con una entrevista en El Faro, y otro con las generosas palabras que Luis Leante le dedica a la novela, yo sólo puedo apoyarlas prometiendo nuevas entregas de las andanzas del detective Sergio Gomes. (http://www.elfaro.es/noticia.asp?ref=129077) (http://luisleante.blogspot.com/2009/06/ojos-de-fuego.html)
















miércoles, 17 de junio de 2009

LA LINTERNA MÁGICA - EL CABO DEL MIEDO


EL CABO DEL MIEDO

Para dar más miedo del que habitualmente da por sí solo, Robert de Niro se tatuaba medio cuerpo en esta cinta, adornando su espalda con un crucifijo y una balanza en cuyos platos se oponían la verdad y la justicia. Como para no temerle. Desde luego, el tío aterrorizaba lo suyo, por no decir otra cosa, a la familia del abogado Nick Nolte, y emplearía sus buenas horas en la trena esculpiendo así su piel.


Así que no me lo imagino reclamando al tatuador de turno por unas tintas mal puestas, como ha hecho la criaturita belga Kimberley Vlaminck después de pedir tres estrellitas bajo el ojo izquierdo y encontrarse con una constelación de medio centenar cubriendo su cara. Un papelón, vamos, porque al parecer el tipo que la tatuaba, un rumano de mirada inteligentísima, como se puede apreciar al verle, llamado Rouslan Toumamiantz, no entendía mucho ni el francés ni el inglés, y ahí llegó el problema, menos mal que no le encargó un piercing en un pezón o en otra zona menos confesable. El hecho de que la jovencita hubiera bebido lo suyo y que se quedara dormida, parece no tener demasiada importancia, y todo ello en el corazón de nuestra querida y vieja Europa.


Ahora, claro, llegan los lamentos, el artista (joder, si esa cara es arte yo me declaro iconoclasta pero ya mismo) alega que ella veía de vez en cuando su obra en el espejo, y que sólo reclamó cuando el padre y el novio vieron la jeta estrellada; la víctima exige una indemnización de 13.000 dólares por el destrozo vital, aunque yo creo que ya iba destrozada mentalmente desde casa. Hasta han surgido ya psicólogos, ¡cómo no!, alegando que Kimberley es ahora un monstruo circense, como el artista, vamos, para que luego digan que los circos no asustan.


Qué manía con añadirse cosas al cuerpo, y conste que yo defiendo desde hace años el piercing cerebral, aunque nadie me haga caso. Si la gente quiere retocarse, allá cada cual, pero primero que se hagan una ITV encefálica, porque permitir que semejante tipo te toque un pelo roza el delirio más tremendo. Si Kimberley llega a pedir un implante mamario, la veo desarmando a Yola Berrocal del podium de los tetámenes, y suerte que nuestra princesa de Asturias no se puso en manos del rumano de marras, nos la habría devuelto peor que María Bárbola, ya saben, la menina más fea. Vaya mundo tenemos.



sábado, 6 de junio de 2009

CRÍTICAS LITERARIAS - MARTÍN CASARIEGO


Intersecciones

             Con una gran delicadeza y una estructura capitular muy bien compartimentada, Martín Casariego perfila en esta novela el transcurso de una jornada en un centro de enseñanza vasco. En ella, y en un buen alarde de dilatación argumental, conocemos las inquietudes del pequeño Leandro, a quien los más avezados líderes de su curso de primaria amenazan con revelar el secreto de los Reyes Magos; asistimos al sufrimiento de su hermano Ander, víctima de continuados ataques por parte de sus ya talluditos compañeros de bachillerato; y también conocemos el nerviosismo del escritor Ignacio Mayor, sesentón que, después de muchos años de inactividad, como los viejos rockeros, ha decidido volver a la carretera para encontrarse de nuevo con sus lectores adolescentes, en un intento de superar ciertas pérdidas del pasado.

 

Podría parecer que la novela tiene una estructura ligera, casi de obra juvenil, pero Martín Casariego, que también cultiva la literatura de jóvenes, y que siempre sabe lo que se hace como escritor, logra que cada apartado vaya dejando en el lector su correspondiente poso informativo. Los antecedentes de los tres personajes van llegando en su momento, amparándose siempre en el uso que hace el autor de un lenguaje adecuado para cada personaje, adorable en el caso del pequeño Leandro, y enriquecen la lectura incluso cuando alguno de los tres empieza a coincidir con los demás, en ese momento los hilos van entretejiéndose, y los dolores de tres seres tan alejados en el tiempo casi se hacen uno.

 

No sólo hay en la trama acoso escolar, sino también descubrimiento de la vida, con todas sus aristas, miradas a un pasado que duele, pérdida y recuperación de la inocencia, y los dientes afilados de la discriminación idiomática que se empieza a vivir en centros vascos que también podrían ser catalanes o gallegos. Pero por encima de todo, Martín Casariego consigna los latidos de tres corazones que se entrecruzan, aunque quizá no con el suficiente ímpetu como para asimilar del todo dichos encuentros.

 

‘La jauría y la niebla’. Martín Casariego.

Algaida. 314 páginas.


(LA VERDAD, "ABABOL", 6/6/09)