TODO VA A MEJORAR, ALMUDENA GRANDES
En esta novela póstuma encontramos a una Almudena más incisiva, saliendo de su zona de confort para entrar en un género diferente que ella no acostumbraba a practicar, como es la distopía, aunque manteniendo incólume el colmillo con el que siempre era capaz de morderle en el cuello a la sociedad y a todos sus defectos.
Nunca es sencillo calibrar el devastador efecto de la muerte cuando se presenta antes de tiempo, mucho antes de tiempo, pero sin duda nos arrebata más de lo que es habitual, nos priva de actos, presencias y obras con las que aún contábamos, aunque quisiéramos engañarnos apelando a una inmortalidad inexistente.
Ahora
que ha pasado un año, el hueco que Almudena Grandes dejó en nuestras letras
sigue siendo inmenso, y se agranda quizá un poco más al leer esta novela
póstuma, porque en cada línea, en cada capítulo, palpita la certeza de que ya
no habrá más Almudena, salvo la que nos regala la relectura de su obra, algo
que no es baladí y que los lectores, fieles o no, deberíamos practicar con
tanta frecuencia como nos sea posible.
Sabíamos que Todo va a mejorar se apartaba del plan de esos Episodios de una guerra interminable que han quedado truncos también. Sabíamos que la autora madrileña se había volcado en otra de esas novelas que miran la realidad presente, tal y como ya hiciera en Los besos en el pan, destripando la última crisis y el daño que causó a tantos millones de españoles.
Lo distópico
Lo que no sabíamos, o al menos no hasta qué punto, era su voluntad de filtrar esa realidad, en este caso la del covid y la pandemia, acercándose a un género narrativo en el que no la habíamos visto hasta ahora: la distopía. Ya saben, esa línea temporal a mitad de camino entre la utopía y la ciencia ficción que supone imaginar hechos negativos, alienantes y posibles aun cuando no hubieran llegado a ocurrir.
Después ya hemos conocido que la escribió durante el confinamiento, encerrada bajo una llave más que el resto de nosotros, porque quizá su enfermedad ya estuviera latente y acompañándola en aquellos momentos que ninguno olvidaremos con facilidad. Tal vez todo ello contribuya a ese tono diferente que nos ofrecen estas páginas, donde se atisba a una Almudena más incisiva, a ratos diríase que desconocida pero que, eso sí, mantiene incólume el colmillo con el que siempre era capaz de morderle en el cuello a la sociedad y a todos sus males.
Esa línea distópica antes mencionada: tres o cuatro pandemias, una desconexión tecnológica, un nuevo partido sin ideología empeñado en manejar el país a golpe de confinamientos, unas fuerzas del orden más dictatoriales que nunca, constituye un sublime toque de atención ante lo que se nos podía avecinar (quién sabe si al final no terminará teniendo razón) y que bien podríamos resumir en una terrible disyuntiva: libertad o cuidados.
Ser libre o estar libre
Porque ahí está el dilema en verdad tras ese ambiente que ya hubiera querido firmar el propio Orwell, la diferencia entres SER libre o ESTAR libre, máxime cuando los gobiernos hacen de los virus, sanitarios o electrónicos, la mayor arma de manipulación conocida hasta la fecha. En esa España diferente, rara y polarizada por los que tienen más poder que nunca frente al resto de los mortales, cuyo conformismo van estimulando estos poderosos, crecen las criaturas de la Grandes, muchas de ellas mujeres, para que no terminemos de perder la esperanza, para que luchar ahora no sea una cuestión de bombas y revoluciones, como anhelan los personajes de generaciones anteriores, sino un desafío para la voluntad pero sobre todo para la comunicación, otro ámbito que los nuevos amos han sabido controlar muy bien.
Luis García Montero tuvo que encargarse del epílogo, con el buen juicio de mantener las líneas trazadas por Almudena, porque el ritmo de la novela, y la frialdad con la que a veces se nos presenta la manipulación de ese nuevo poder así lo requería. En esa dicotomía existente entre quienes mandan y quienes obedecen bajo el escudo de la profilaxis, un puñado de personajes se empeñará en querer saber la verdad, en preguntarse acerca de la validez de esa realidad oficial, y en levantar la voz todo lo posible para cerciorarse de que lo que están viviendo no es más que una mentira magníficamente orquestada desde una cima que ha enterrado lo ideológico bajo toneladas de dinero y tecnología, concibiendo los partidos políticos como consejos de administración y las fuerzas de orden público como rudos porteros de discoteca a los que manejar como a marionetas, para que ellos a su vez mantengan el nuevo orden impuesto.
Como lectores nos queda, amén del homenaje literario, algo que quizá a ella le hubiera gustado, la reflexión sobre nuestra realidad, sobre las tres realidades: la que vivimos hace dos años, la que nos ha quedado ahora, y la que podríamos haber sufrido si esos nuevos políticos hubieran llevado su poder hasta los últimos extremos.
Una reflexión que se presenta con un estilo veloz, y con una medida combinación de oficialismo y clandestinidad que a veces incluso nos recuerda épocas pasadas sobre las que ella buceó en esos episodios de la guerra patria. Estamos, entonces, ante unos personajes que perpetran pequeñas rebeldías, con la ínfima parcela de libertad que aún pueden conservar, frente a otros que, con dinero, contactos y una organización fuerte y bien trenzada, han decidido llevar al país por unos derroteros tiránicos detrás de los cuales están el enriquecimiento y el control, y a veces no necesariamente por ese orden.
Tras leer estas quinientas páginas, nos queda la sensación de que esa posible mejoría nunca va a venir desde arriba, y que solo quienes estemos con los pies en el suelo podríamos alcanzarla, eso sí, en el caso de que hayamos conseguido aprender algo de todo ese maremoto.
‘TODO VA A MEJORAR’.
ALMUDENA GRANDES
Género: Novela.
Tusquets.
512 páginas.
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