LITERATURA Y DOLOR
Dolor
físico, dolor literario, dolor familiar, tres vertientes que han construido a
Noemí Trujillo, una autora dotada de una sensibilidad extrema, que no se olvida
de lo que ha vivido, pero tampoco del amor que siente por la literatura.
La
literatura tiene, entre otras muchas virtudes, un valor terapéutico importante,
a veces se vuelve refugio en el que cauterizar los males que nos acechan, y
gracias a ella podemos seguir adelante, porque jamás abandona a quien la
requiere, ni le vuelve la espalda.
Noemí
Trujillo lo sabe bien, de ahí que se haya lanzado a escribir y publicar este
libro, que no es novela pero tiene estructura novelesca, que no es
autobiografía pero tiene confesiones de altura, que no es ensayo literario pero
tiene auténticas lecciones de escritura, y que sí es autoficción, una especie
de híbrido genérico que ha crecido en los últimos años y que requiere de mucho
valor por parte de quienes lo practican, por lo que tiene de desnudez, de
ofrecerse a corazón abierto sin que a uno le frenen las prevenciones.
Esa
autoficción la ha canalizado Noemí Trujillo poniendo por delante su pasión
literaria y el vínculo especial que tiene con la noche del cinco de enero y el
fallo del Premio Nadal, que ha sido para muchos autores un objetivo que ejerce gran
atracción y que supone el pasaporte al triunfo, o a los ojos de miles de
lectores.
El
homenaje literario tiene como centro, y como fuente argumental, la presencia en
esa noche mágica de una serie de autoras que ganaron el Nadal en el siglo XX,
tales como Carmen Laforet (la ganadora de la primera edición), Elena Quiroga,
Carmen Martín Gaite o Ana María Matute, que visitan a la autora en esa noche y
con las que ella conversa haciendo verdaderos análisis críticos de sus novelas,
lo cual es otro regalo de incalculable valor.
Las tres caras del dolor
Noemí
lo fía todo a esas conversaciones porque en ellas está el equilibrio que el
dolor le ha ido quitando. Y es que en la novela hay un triple dolor: el físico,
el literario y el familiar. Y aquí es donde lo personal estalla y se hace dueño
de la obra, donde ella se abre a los lectores mirando atrás y pasando revista a
una vida compleja que ha visto caer sobre ella, hace no mucho, el último de los
mazazos.
La
autora desgrana una existencia en la que ha tenido que sobreponerse a golpes de
todos los colores y calibres. La relación con su madre, el ambiente familiar o
cierta sensación de exclusión son elementos que nos muestran a una mujer que
creció apañándose sola, tomando decisiones no compartidas por su familia y que
terminaron por endurecerla. El dolor familiar ha provocado desamores,
desencuentros filiales, pero también el hallazgo de un marido al que ama sin
condiciones, y la voluntad de ir formando una peculiar familia propia.
En
cuanto al dolor literario, siendo mujer y poeta, Noemí no encontraba más que la
displicencia de los varones del olimpo de las letras españolas, el rincón
minúsculo que le concedían, y que aún a veces le siguen concediendo, pero ahora
por escribir a cuatro manos junto a su marido. La presencia de una Noemí sola
no ha tenido eco alguno de momento, algo que ella ha amenazado con romper al
decidirse a seguir adelante con esta obra.
Queda
por mencionar el dolor físico, y ese ha sido el que más ha acompañado a la
autora en los últimos meses, con sus miedos, dolencias y lamentos, algo de lo
que no todo el mundo logra hablar en sus libros, bien por no atreverse, por no
exponerse aún más, o por la familia, quién sabe.
Tumores,
operaciones, sesiones de radio y quimio, consecuencias tan graves como no poder
leer y no poder sentarse a escribir. Amenazas terribles que le han exigido una
fortaleza descomunal para lograr salir airosa. Aunque no lo haya hecho sola,
gracias a ese papel terapéutico de la literatura que mencionábamos al
principio.
Amar la literatura
Y es
que “leer calma el dolor a ratos. Es el analgésico que menos contradicciones
tiene”, por eso es algo tan necesario, al menos para quienes no concebimos
pasar un solo día sin leer. Ella sabe bien de lo que habla, y es muy de
agradecer que haya decidido compartir su experiencia con los lectores, dando
una lección, no ya de vida, sino de actitud, de resistencia, de resiliencia,
porque de eso también va este libro.
Así
que esa triple vertiente: literatura, familia y vida, es lo que se ofrece en
cada página, con sensatez, calma, con una sensibilidad importante, la misma que
la autora ha mostrado siempre en sus poemarios, en sus textos compartidos, la
misma que muchas veces los críticos han ignorado por ser quien era, o por ser
pareja de quien es.
La
invitación a la lectura, el homenaje a grandes autoras de los últimos sesenta
años, es algo que honra a la gran lectora que es Noemí, que no se postula aquí
solo como autora, sino que invita a los demás a leer, porque su amor por la
literatura es también lo que le ha salvado en alguna que otra ocasión.
Ella
misma lo dice en un momento del libro: “Amar o
no amar. A eso se reduce todo. Quien ama, vive”. Y ella ama la vida, ama
la literatura, la familia que ha logrado construir, o reconstruir, ama a una
pareja a la que encontró tras muchos avatares, y ama su entorno, sus rincones,
podríamos decir que hasta sus momentos de lucha, esos y los de disfrute,
transcurran o no un cinco de enero.
La
lectura de este libro nos deja en el corazón un poso de cierta ternura, la
ausencia de sensiblerías y la actitud de una persona resistente y firme a pesar
de los momentos de fragilidad. Si, además, sus páginas desprenden amor por la
literatura, ya sean los versos propios de Noemí o lo que esas autoras de cabecera
le regalaron en su momento, todo adquiere una dimensión más completa, más
placentera, y a veces podremos ir leyendo el libro con la misma calma que
siente su autora en esa noche mágica en la que los regalos se vuelven
inolvidables visitas.
UNA
NOCHE DE REYES, Noemi
Trujillo.
Destino. 264
páginas.
https://www.laverdad.es/ababol/libros/literatura-dolor-20251025214536-nt.html