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martes, 30 de julio de 2019

MONTALBANO O LA ESTRATEGIA DEL CANGREJO

«Montalbano o La estrategia del cangrejo», por Antonio Parra Sanz

«MONTALBANO O LA ESTRATEGIA DEL CANGREJO», porAntonio Parra Sanz
La pupila nunca era azul y los cangrejos no caminan hacia atrás, sino de lado, pero la literatura es tan hermosa que está hecha de mentiras que damos por buenas, como el hecho de creer que un buen manjar es capaz de alimentar también nuestro espíritu, algo que no es totalmente cierto, ni mucho menos, y por eso Salvo Montalbano se guarda, tras comer como un rey en la trattoriade Enzo, el as en la manga de sentarse en aquella piedra plana junto al faro de Vigata, a conversar con su amigo el cangrejo.

Ahora que su padre, Andrea Camilleri, nos ha dejado para participar en un festín perpetuo y olímpico junto a Georges Simenon y Manuel Vázquez Montalbán, podemos jugar a pensar que en ese cangrejo se refugiaba el alma del autor siciliano, presto siempre a escuchar las confidencias que su hijo literario más querido, o al menos el más pródigo en apariciones, quisiera hacerle, aunque algunas veces fueran en forma de queja o ajuste de cuentas.


Andrea Camilleri
- Fotografía de Marco Tambara -

Sería un disparate negar hoy la importancia que ha adquirido Salvo Montalbano entre los detectives literarios, se ha convertido en alguien tan legendario como Sherlock HolmesDupinMaigretCarvalhoMarlowe o cualquier otro que el lector tenga a bien añadir a la lista, WallanderBrunettiBoschMiss MarpleBevilacquaDelicado, etc. Y si ha llegado a este punto es por sus numerosas apariciones, por las traducciones, por las versiones televisivas, si ahora Montalbano es legendario es por su dimensión humana, con lo bueno y lo menos bueno, con sus cientos de caras y caracteres que trataremos de descifrar desde un prisma literario e incluso psicológico.

Las instituciones y la mafia
Uno de los quebraderos de cabeza del bueno de Salvo se lo proporcionan siempre las instituciones, empezando por la suya propia, los superiores policiales le provocan un deseo irrefrenable de rebeldía e insumisión, que suele terminar en una tomadura de pelo, más o menos evidente, y le lleva a reírse de ellos como hemos visto con Lattes y Bonette-Alderighi. Por otro lado, siente alergia por todo lo que huela a burocracia, con esos expedientes que se convierten en columna eterna y poco salomónica, y sus combates dialécticos con el forense los recordaremos siempre, al igual que su aversión hacia los abogados, notarios y carabineros. ¿Son rasgos antisociales? No, pero sí nos muestran a una autoridad que tiene problemas con la autoridad. Paradójico.

Como paradójica es también la relación que mantiene con los Sinagra y los Cuffaro, las dos familias que dominan el cotarro mafioso en Vigata, y a las que no duda en utilizar cuando su participación u omisión le pueden favorecer en alguno de sus casos. No estamos, por tanto, ante un cruzado, sino ante un siciliano que no tiene más remedio que convivir con la mafia, y moverse entre sus aguas con el instinto del que quiere sobrevivir. Lógico y comprensible.

Los medios de comunicación
Menos comprensible es el odio que le profesa uno de los periodistas de Vigata, Pippo Ragonese, quien persigue al comisario con tanta saña como poco éxito, poniéndolo en cuanto puede a los pies de los caballos televisivos. Por el contrario, hay otro profesional amigo de Montalbano, que sí colabora con las fuerzas policiales siempre que puede. Estamos, por lo tanto, ante la cara y la cruz del cuarto poder, pero un poder que el comisario usa cada vez que puede, eso sí, en pro de la justicia y la verdad.

Las mujeres

Las verdades sentimentales, en cambio, son harina de otro costal,Salvo es un soltero irredento, y las discusiones peregrinas con Livia así lo demuestran, Camilleri nunca lo dijo pero dejó ver bien a las claras que Montalbano nunca sería hombre de vicaría ni de perder independencia y costumbres. De ahí alguna aventurilla que le conocimos a Salvo con cierta sueca y la pasión con la que le trata también su asistenta Adelí, enemiga irreconciliable de la ausente Livia. Ni mujeriego ni disoluto, algún canon del género debía romper este hombre que a ratos roza la misoginia inconsciente.

La cocina
En lo que sí hay mucha pasión es en lo gastronómico, ahí la sombra de Carvalho y Montalbán es alargada, pero también la del propio Camilleri. Ningún lector se habrá podido sustraer a las salivaciones al entrar en casa de Enzo, o al abrir el horno previamente avituallado por Adelí. Envidia de gourmets y de los mejores cocineros. Señores lectores, señores autores del resto de Europa, en el sur se come, que parece que por el norte del continente los detectives vivan del aire.

Los subordinados
Del aire tampoco viven los policías a los que manda Montalbano, pero sí reflejan muy bien sus principales carencias, y para ello los puso ahí Camilleri, para remediar esos defectos de comisario, o para paliarlos al menos. A saber, Mimì Augello le ayuda con la psicología femenina, Catarella conserva la inocencia que le falta al comisario, Fazio la capacidad memorística y analítica, y Gallo la pericia al volante. Podemos decir que entre todos le completan, pero a él le cabe el honor de saber manejarlos, tampoco le podemos privar de todos los méritos.

Herencias literarias
Y si hablamos de méritos, para ir finalizando, Montalbano es legendario porque Camilleri ha homenajeado con él a figuras como Simenon y Vázquez Montalbán, como ya se ha mencionado, o lo que es lo mismo, a figuras como Maigret y Carvalho. En esos espejos se ha ido mirando Salvo Montalbano para terminar siendo como es.

La sociedad
Y es como es porque sabe qué terreno pisa, conoce a sus paisanos, los locales y los nacionales, con toda su capacidad para aceptar las corruptelas de un sistema que a veces apesta, sabe que el tiempo es efímero, las sociedades lentas, y que el ser humano tiene muchas caras, tantas como el crimen. De ahí que practique la estrategia del cangrejo y siempre se mueva lateralmente, porque por aquellos lares es probable que ése sea el camino más recto para resolver sus casos. Por todo ello se ha hecho grande, inolvidable, imperfecto, pero un investigador eficaz y que se hace de querer. Lo mejor que nos podía legar Camilleri.

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