El instinto del sabueso
Cuando los personajes literarios cumplen años corren el riesgo de anquilosarse en un síndrome de peter pan narrativo, con lo que terminarían siendo arquetipos planos y vacíos. La mejor solución para evitarlo, y para demostrar que el personaje sigue vivo, es bañarle con la pátina del tiempo, la misma en la que nos sumergimos los lectores. Estos cinco años de ausencia del sargento Bevilacqua, ahora ascendido a brigada, nos han devuelto a un hombre un poco más viejo, más curtido, un poco más cínico y un mucho más desencantado, todos ellos rasgos que le humanizan más, suponiendo que alguna vez hubiera dejado de ser humano, y nos lo acercan hasta volverlo un amigo entrañable.
Lorenzo Silva le vuelve a entregar su voz porque sabe que nadie mejor que Vila para transmitirle al lector algunos males muy endémicos, no ya de España, sino del mundo occidental y globalizado: las mentiras, los sicarios del este, los chanchullos judiciales, y otro muy peligroso y más cercano, la utilización sectaria de las leyes sobre la violencia de género para triunfar en los divorcios. En el fondo de la novela late un homenaje a aquellos padres que sufren las calumnias de sus ex mujeres y que, sin embargo, siguen resistiendo por amor a sus hijos, como el finado Óscar Santacruz.
El panorama narrativo se vuelve duro y desolador, de ahí el cinismo de Vila, los miedos de Chamorro por si su jefe se rinde y las prevenciones de sus superiores, sabedores de la valía del investigador. Pero el instinto del sabueso es mucho más fuerte, y del pozo del desencanto judicial que ha puesto a un condenado en la calle con total impunidad sólo se sale navegando proa arriba, dispuesto a luchar contra la mentira no sólo para encontrar al asesino, sino para limpiar la imagen manchada del muerto.
Vila está menos solo que en otras entregas, tiene la amistad de Chamorro, también ascendida a sargento, la admiración de Arnau, un guardia joven nuevo en el equipo, y la camaradería que empieza a construir con su hijo adolescente. Lo demás, su equipaje de lecturas y recuerdos, le ayudará a vencer el insomnio, y tal vez le haya afilado un tanto la labia, volviéndole más rápido de lengua, aunque no tanto como para olvidarse de reconocer la verdad, o los tintes poéticos de su particular justicia, y tampoco para dejar de reconocer a la gente decente que se mueve en su mundo, como la juez de este caso, que le reconcilia, no con el estamento, pero sí con las personas.
‘La estrategia del agua’. Lorenzo Silva.
Editorial: Destino. Barcelona, 2010. 380 páginas.
(LA VERDAD/ABABOL, 02/04/10)
5 comentarios:
Muy buena reseña para el libro, amigo. Me lo estoy terminando y tengo ese síndrome que a veces me entra por el costillar: leer despacio, incluso buscar excusas para no leer, cualquier cosa para evitar así lo inevitable: que el libro se termine. Me gusta mucho este Bevilacqua maduro.
Me alegro de que coincidamos,Luis Miguel, a mí me pasó como a ti, solo que no tuve fuerzas para buscar excusas, aun sabiendo que la lectura se terminaba. Bienvenido a este rincón.
Hace tiempo que no leo a Lorenzo Silva y guardo un simpático recuerdo de Bevilacqua.
Lo mismo me hago con el libro que, según tu crítica, parece estar interesante.
Pero antes de leerlo, he de releer, recreándome, cuatro relatos que ayer apuré de una sentada con sumo placer, "cuatro historias llenas de misterio y alguna que otra sorpresa". Gracias, Antonio, por "El sueño de Tántalo". Me emocionó el detalle. Te debo una.
Espero que te hayan hecho pasar un buen rato, Isabel.
Eso ni lo dudes. Un rato estupendo de lectura está asegurado cuando lo que se lee está bien escrito, como es este caso. Escribes muy bien y no es betún barato ni ponerlo por ponerlo.
Un beso.
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