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martes, 12 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - CUESTIÓN DE FE


CUESTIÓN DE FE

Para Ana Fernández Álvarez

  Vamos, Rose, piensa, piensa, no puede ser tan complicado, esta lancha no es tan grande. No puedo verle ahí, refugiado entre las mantas, tiritando, delirando, he de hacer algo y no consigo orientarme en medio de tanto trasto como hay aquí dentro.

   Dios, te pido perdón, por mi orgullo, el que siempre me pierde, y mira que me lo habrás advertido veces, meterme en los zapatos de los demás, pero es que el señor Allnut iba casi descalzo, las cosas como son. Era tan fácil reconducirle, y tan necesario…

   ¿Y de qué me ha servido eso ahora? De nada, porque está ahí casi consumiéndose por la fiebre mientras yo no fui capaz de arrancarle de encima ni una sola de esas sanguijuelas del demonio con las que emergió del agua. Como si no tuviéramos ya suficiente con los mosquitos, con el calor y esta humedad. Lo sé, Señor, lo sé, tu creación, es tu creación pero hay que reconocer que a veces se te fue un poco la mano en según qué sitios.

    No entiendo bien lo que dice, me ha parecido que me llamaba, pero no, será otra vez el orgullo, o la vanidad, aunque ese calor que me ha recorrido por dentro era otra cosa, si es que ha dicho mi nombre. Pero debe de ser la fiebre. ¿Dónde estará? Debe de haber quedado alguna. Si le conozco un poco sé que tendrá algún escondite ocupado y yo no consigo hallarlo.

     Por favor, ya sé que en las últimas semanas te he pedido muchas cosas, pero no permitas que se muera. Alíviale de este suplicio, todo lo ha hecho por ayudarme, bueno, también por sobrevivir. ¿Pero no lo intentamos todos en este caldo infernal del que cuesta tanto salir? Ayúdame una vez más y te prometo ser menos rígida, menos intransigente, encuéntrame una, sólo una.

    Vamos, Rose, piensa, piensa. ¿Dónde la habría escondido para que tú no la encontraras? Seguro que no las tiraste todas por la borda. ¿Y ahí? Junto a la caldera. ¿Quién guardaría una botella de ginebra en un lugar como ése? Charlie, sólo él lo haría. Aquí está. Gracias, Señor, y no me culpes demasiado por preferirle ahora un poco ebrio, pero vivo y sano.



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