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lunes, 4 de enero de 2010

TRAMPANTOJOS



Las tiendas orientales desprenden un aroma ácido, desabrido e intenso, un reclamo que puede percibirse desde la calle, un anzuelo de atención hacia el mundo occidental, para que traspase el umbral y llene sus pasillos atiborrados de objetos inútiles. Los mismos que entran y asaltan sus estanterías con la excusa de la economía son los que no hace tanto señalaban a los recién llegados como si vinieran a quitarles el pan y la sal. Ahora, en cambio, atestan las tiendas, se regodean toqueteando unos productos de origen y calidad inciertos, productos que vienen glaseados con un misterioso polvillo, una especie de cocaína de lo clandestino y la imitación, un polvillo que aún tarda unos cuantos lavados en escaparse de sus dedos.



2 comentarios:

Jose Lorente dijo...

Yo tengo una de estas tiendas en el barrio desde hace unos pocos años y me he convertido ya en asiduo. Es cierto lo que dices sobre la inutilidad y dudosa calidad de casi todo lo que venden, pero a mí me han sacado de más de un apurillo, y siempre con una amabilidad desmedida, mucho mayor que la del quiosquero de toda la vida que me sigue tratando con total indiferencia (por no decir desprecio) a pesar de haberme dejado en su negocio toda una fortuna.

Y por otro lado ¿no te parecen estos comercios el escenario ideal para desarrollar la trama de alguna novela negra? Me estoy imaginando a Gomes urgando entre cubiteras y pequeños budas siguiendo la pista de algún alijo.

Un abrazo muy fuerte.

Gomes y Cia dijo...

Pues me das una gran idea, no sé si para la trama, pero sí para algún momento interesante de la misma. Gracias mil y un abrazo.