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lunes, 3 de octubre de 2022

LA PRESIDENTA - ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT

 

UNA ALEGRÍA Y UN MODELO DE APRENDIZAJE

 

 Giménez Bartlett no ha renunciado a nada, y tal vez incluso se haya burlado sibilinamente de unos cuantos tópicos que en ocasiones espesan un poco la novela negra. No se apunta al carro de la no ficción pero muestra suficiente valor y talento como para armar una novela de ficción en la que el lector reconoce a la perfección unos cuantos códigos reales.

  


En estos tiempos de sobreabundancia de novelas negras, es una alegría que aparezca un nuevo título de una de las figuras que más ha hecho por el género en nuestro país. Alicia Giménez Bartlett ya no tiene nada que demostrarle a nadie, y sin embargo sigue teniendo el gusanillo de las tramas de misterio, y lo que es todavía más importante, la energía suficiente como para seguir regalándonos novelas.

Por si esto no fuera suficiente, no exprime hasta la saciedad a su Petra Delicado, a cuyo pasado y orígenes ya le dedicó una magnífica novela en 2020, Sin muertos, sino que se ha sacado de la manga a dos hermanas, Berta y Marta Miralles, recién salidas de la academia como flamantes inspectoras. El motivo, pues uno bastante malintencionado, la verdad, aunque ya sabemos que la autora albaceteña no da nunca una puntada sin hilo, cargar sobre las espaldas de dos mujeres novatas una investigación que nadie desea ver llegar a ningún puerto, la de la muerte de Vita Castellá, presidenta de la Generalitat Valenciana, encontrada muerta en un hotel poco antes de acudir a declarar en una vista que más parecía estar montándose como un moderno auto de fe.

 Ficción o no ficción

Queda claro entonces que no es preciso apuntarse al carro de la no ficción para seguir en la actualidad negra, sino que hay que tener valor y talento para, partiendo de un caso real, armar una novela de ficción en la que el lector reconozca a la perfección unos cuantos códigos reales: corrupción, inacción policial, machismo inveterado de los viejos dinosaurios, y el sálvese quien pueda del partido de la fallecida.

Una vez asumidos dichos códigos, nos queda nada menos que la trama, eso que a veces muchos autores quieren obviar en beneficio de la acción, y que sin embargo es primordial para que una novela no se nos caiga de las manos. Y la trama fluye, vaya si fluye, porque además lo hace de una manera enérgica, casi autónoma, gracias al impedimento que les han puesto a las hermanas Miralles, y que les permitirá bordear los caminos de la ley, o lo que es lo mismo, salirse un poco del a veces tan rígido marco de la novela procedimental. Que nadie busque en esta obra el celo y la meticulosidad de Petra Delicado y Fermín Garzón, las Miralles son otra cosa, diferente, actual, tienen sus luces y sus defectos, pero por encima de todo son tozudas como ellas solas, una virtud esencial para intentar resolver un caso como el que nos ocupa.

Tópicos rotos

 Giménez Bartlett no ha renunciado a nada, y tal vez incluso se haya burlado sibilinamente de unos cuantos tópicos que en ocasiones espesan un poco la novela negra. Berta y Marta han de luchar contra todo el machismo policial y eso las lleva a intentar empoderarse en cada una de sus intervenciones. Los hombres del cuerpo, salvo honrosas excepciones, quedan a la altura de un basurero, salvo un periodista homosexual que asesoraba a la difunta y que se congracia con las hermanas, y otro inspector que se pondrá de su lado más allá de recorrida la mitad de la trama.

Evidentemente, esos tópicos están para romperlos, y burlarse de ellos también es una forma de hacerlo. Las otras mujeres presentes en la novela, incluida la extinta presidenta, parecen personajes mucho más potentes, aunque sean efímeros, y esa reivindicación de lo femenino por parte de la autora no se puede soslayar, aunque en algunas ocasiones parezca que se han cargado un poco las tintas, con el consiguiente riesgo de saturar al lector.

Lo que no se puede negar es el carácter de unas hermanas que, luchando contra todos los males habidos y por haber, en una sociedad altamente corrupta, y gracias al magnífico ritmo que les impone su autora, nos llevan hacia el final con un buen sabor de boca, y con ganas de volver a verlas en acción.

Ese estreno, también hay que reconocerlo, no se sustenta solo en el morbo de saber qué será realidad y qué invención en un caso tan conocido por todos, sino que se convierte en un caldo de cultivo que curte a ambas inspectoras, al tiempo que pone al lector, como mandan los cánones del género, en el camino de los males sociales, que Giménez Bartlett encara desde el principio sin ningún tipo de pudor. Nada de secretismos entre los que mandan, una desfachatez continua para montar una cortina de humo, pero de humo basto y gordote, en torno al caso de todos los casos, pero precisamente el que nunca podrá tener resolución si ellos quieren seguir conservando el pellejo.

 Lo personal y lo profesional

 Frente a ese mundo pútrido y por desgracia tan conocido para todos nosotros, destaca también el universo personal de las Miralles, estudiando juntas en la academia, viviendo juntas, acudiendo de vez en cuando a la casa familiar para cumplir con las obligaciones filiales, y muy complementarias a la hora del reparto de caracteres (imaginamos que voluntariamente asignados por su creadora), tanto en lo físico como en lo deductivo, en lo casero y las relaciones sociales, en los triunfos sexuales de una y el amargo fracaso amoroso que arrastra la otra.

Ese contraste entre lo social y lo personal en el que tienen que moverse ambos personajes es otro de los méritos que presenta la novela, avanzando en pos de un equilibrio en el que el lector logre mantenerse para seguir con interés el avance de la investigación. La forma en la que encajan, o lo intentan, ambas hermanas en un mundo tradicionalmente masculino y que no parece dispuesto a cambiar, las relaciones con sus superiores, ya sean jueces y comisarios, constituyen también un termómetro de la realidad policial y, ¿por qué no?, de la propia novela negra, en unos momentos en los que la mujer está tomando poco a poco el dominio de la misma, o al menos lo está intentando con todas sus fuerzas y con unas buenas toneladas de méritos.

Que la maestra de muchos autores, la mujer que junto a Lorenzo Silva proporcionó a la novela negra española la verdadera dimensión que ha llegado a tener, siga apuntalando así el género, debería ser, además de una alegría, como se mencionaba al principio, todo un modelo de aprendizaje para todos aquellos que alguna vez nos hayamos atrevido a construir una trama negra.

 

‘LA PRESIDENTA’. ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT

Alfaguara Negra 2022. 344 páginas.

(LA VERDAD, "ABABOL", 01/10/2022)

https://www.laverdad.es/ababol/libros/alegria-modelo-aprendizaje-20221001002718-ntvo.html

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