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jueves, 1 de junio de 2017

DOCE LUNAS - MANUEL MOYANO

DOCE LUNAS
MANUEL MOYANO
EL ABISMO VERDE

Con motivo de la reciente publicación de El abismo verde, de Manuel Moyano, hemos tenido la oportunidad de charlar con su autor acerca de esta nueva obra, de su concepto de la literatura de aventuras, sus motivaciones escritoras o sus influencias literarias.

MANUEL MOYANO (Córdoba, 1963), se ha consolidado como cultivador de una narrativa precisa y elegante que coquetea con lo fantástico, pero que escapa de corsés genéricos. Ha obtenido galardones como el Tigre Juan por ‘El amigo de Kafka’ (2001), el Tristana por ‘La coartada del diablo’ (2007) y el Celsius de la Semana Negra de Gijón por ‘El imperio de Yegorov’ (2014), finalista del Premio Herralde. Sus cuentos recogidos en ‘El oro celeste’ (2003) y ‘El experimento Wolberg’ (2008) han aparecido en numerosas antologías de narrativa breve. Asimismo, las cien piezas de su ‘Teatro de ceniza’ (2011) constituyen una de las más espléndidas muestras del microrrelato en castellano. Otros libros suyos son la novela ‘La agenda negra’ (2016), el ensayo antropológico ‘Dietario mágico’ (2015), sobre la curandería en el sureste español, y ‘Travesía americana’ (2012), crónica de un viaje en familia a través de Estados Unidos.

1)    El Amazonas y un sacerdote, ¿todavía hoy tienen predicamento las novelas de aventuras o esta novela es mucho más que una aventura?

            Los nacidos en los sesenta leíamos mucho a Julio Verne, a H. G. Wells, a Jack London o a Robert Louis Stevenson, y eso que ya entonces eran autores nada actuales. Y no sólo seguíamos sus narraciones en forma de libros, sino también de tebeos y de películas. Es indudable que estos autores han perdido algo de predicamento hoy día, pero quiero creer que es algo circunstancial, pasajero. Pensemos en la saga cinematográfica Piratas del Caribe, que recoge conscientemente todos los tópicos de las viejas historias de aventuras, y que ha tenido un gran éxito a nivel mundial. Es la prueba de que al ser humano siguen gustándole las aventuras. Aunque nunca se sabe. También en nuestra juventud se veía mucho western, y hoy parece algo casi tan anticuado como el cine mudo…
            El abismo verde es sobre todo una novela de aventuras, un hijo tardío –y no sé si digno– de esa estirpe que se desarrolló sobre todo en el siglo XIX y principios del XX. Pero es también una especie de manifiesto, una reivindicación de esa clase de narraciones. De ahí que haya un cierto juego metaliterario: los propios personajes leen y comentan novelas de aventuras, las cuales llegan a influir en su forma de contemplar la realidad e, incluso, en su toma de decisiones a la hora de actuar. Y esta reivindicación no es sólo temporal, sino también geográfica. Me explico: el género de aventuras jamás ha tenido mucho predicamento entre los escritores españoles, como si aquí fuésemos demasiado serios para dedicar nuestro tiempo a escribir novelas así. También me rebelo contra ese prejuicio. Me gustan géneros en boga como la autoficción o la novela de no-ficción, pero no entiendo que deba desdeñarse la narración clásica, de pura imaginación, que es algo que está en el origen mismo de la literatura.

2)    ¿Qué tienen las civilizaciones perdidas que tanto le atraen?

            Debe de ser difícil encontrar a alguien que no se sienta conmovido al contemplar las ruinas de una civilización milenaria, reconquistada por la implacable y ciega naturaleza, abolida por el tiempo. Esa imagen tiene algo de evocador, de misterioso, de grandioso y de triste a la vez. Es la constatación a gran escala de que todos los afanes del hombre acaban en nada. En nada. Y eso, no puedo evitarlo, me resulta tan sobrecogedor como fascinante. Todo lo que atañe al ser humano es algo realmente extraño e increíble, aunque mucha gente no parezca ser consciente de ello.


3)    A lo largo de su carrera narrativa ha tocado ya distintas variantes, ¿con cuál de ellas se queda, en cuál se siente más cómodo?

            Si hablamos de la materia tratada, de la historia en sí, tengo comprobado que siempre que introduzco algún elemento fantástico gano mayor impulso, siento un mayor deseo de continuar la historia, de descubrir cómo se desarrolla y llegar hasta el final. Definitivamente, me atrae lo fantástico, aunque siempre me acerco a ese elemento de una forma solapada o moderada. Acostumbro a situarlo todo en un entorno muy realista, anodino incluso, para conseguir mejor la llamada suspensión de incredulidad. Esto es algo que aprendí de gente como Wells, Lovecraft, Borges o Bioy Casares, y que aprecio como escritor, pero también como lector.
            Si hablamos de la longitud del texto, por así decirlo, me siento mucho más cómodo en los microrrelatos y relatos, a pesar de que llevo años sin practicarlos. Soy propenso a la síntesis, y me resulta imposible emplear tres páginas para decir algo que pueda decir en tres líneas. Además, soy algo impaciente, o endiabladamente impaciente. Escribir una novela, por tanto, supone para mí enfrentarme a mis propias características o limitaciones. Pero, por esa misma razón, el hecho de ver una novela terminada acaba produciéndome mayor satisfacción que cuando concluyo piezas enclavadas en otros géneros más breves.

4)    Hay en esta novela una marcada estructura jerárquica, ¿no sabe vivir el ser humano sin que alguien le mande o le domine?

            Hay mucha gente que parece necesitar la jerarquía para vivir, incluso gustar de ella, y puede que sea realmente necesaria, que una sociedad tan compleja y multitudinaria como la nuestra requiera estructurarse siguiendo algún tipo de pirámide o de jerarquía. Simplemente por motivos operativos, digamos. Es posible que sea así. Sin embargo yo, particularmente, aborrezco la jerarquía. No deseo que nadie mande sobre mí, ni tampoco mandar sobre nadie. Creo que todo eso, al igual que el sentido de territorialidad, es algo alojado en nuestro cerebro reptiliano, y el mío, al parecer, está un poco atrofiado.

5)    ¿Por qué eligió a un sacerdote español, y por qué hace que su fe se tambalee?

            Recurrí a un protagonista español porque la forma de pensar que mejor conozco es la de nuestros compatriotas, y porque tampoco quería recurrir a un protagonista extranjero, algo que me hubiese parecido demasiado imitativo de las novelas que he pretendido homenajear. Lo escogí sacerdote porque hoy día, una vez pasada la época de los conquistadores, los exploradores científicos y los colonos, los misioneros son quienes mejor representan la idea de aventura en lugares exóticos; además, directa o indirectamente he conocido a varios misioneros y he podido asomarme un poco a su forma de comportarse y de pensar. Finalmente, el hecho de que la fe del protagonista se tambalee da lugar a que sea susceptible a los horrores y abyecciones con los que se topa, a que esos hechos influyan en su carácter y lo modifiquen. Es decir, me ha permitido abordar la vertiente psicológica de la historia, no limitarme a narrar una simple sucesión de peripecias.

6)    ¿Qué tiene esta novela de descenso a los infiernos, ese abismo verde del título es en realidad tan profundo?

            Uno de los temas de esta novela es contraponer al hombre de estudios, al hombre civilizado, con el hombre que vive en un estadio animal y sumido en un perpetuo carpe diem. Los mestizos de la novela viven al límite su carnalidad, mientras que el sacerdote se tortura con remilgos que probablemente sean estúpidos. La selva no es un abismo verde en sí mismo; lo es para aquel a quien le han enseñado otras reglas del juego, unas reglas que ahí no le valen para nada.

 
7)    ¿Realmente estamos tan solos como se llega a sugerir en la novela?

            No había intención de sugerir tal cosa. Yo no creo realmente que estemos solos, y, si es así, no me parece que la soledad sea tan horrible. Quiero decir, que no pretendo tejer ningún discurso negativo en torno a la soledad. La soledad, simplemente, forma o puede formar parte de nuestras vidas, pero no veo nada necesariamente trágico en ella.

8)    ¿Qué le sigue emocionando a la hora de escribir después de tantos títulos publicados?

            Me emociona sentir a veces en mi interior el ronroneo de una historia, ese “rumor de hexámetros” del que hablaba Borges, que te impulsa a plasmarla sobre el papel; aunque reconozco que, con la edad, ese impulso ya no es tan arrebatador como antes. Pero, si hay algo que me gusta especialmente de este arte, es conseguir escribir de vez en cuando algunos pasajes, algunos giros argumentales, algunos diálogos o lo que sea que a mí mismo me asombren, como si hubieran ocurrido en cierta forma al margen de mí, de mi propia voluntad. Por último, creo que nunca dejará de emocionarme ver una obra acabada, en parte porque soy consciente de que, durante el trayecto que me ha llevado hasta allí, podría haberme rendido o haber descarrilado en varias ocasiones.


9)    Sus novelas tienen una extensión no demasiado larga, ¿tiene algo que ver en ello el hecho de que le guste el género del relato?

            Lo he dicho antes: propendo a la síntesis. No soy capaz de producir páginas de puro relleno, de paja; al menos, no soy capaz de hacerlo adrede. Cada línea, cada párrafo debe tener algún sentido, algún contenido, y lo contrario, aparte de darme pereza, me parecería que es estafar al lector. Por otro lado, creo bastante en la inspiración y eso me obliga a escribir con bastante rapidez, sin hacer esquemas previos ni programar apenas nada, lo que tal vez contribuya a esa extensión final no demasiado larga. Finalmente, debo decir que algunas de las novelas que más me gustaron de joven (me vienen a la cabeza La máquina del tiempo o El doctor Jekyll y Mr. Hyde) son bastante cortas. Casi todas las novelas que leía en Alianza Bolsillo, una colección mítica que fue la mejor escuela de literatura para muchos de nosotros, eran de extensión corta o mediana. Hoy día parece haberse impuesto la idea de que una novela, para ser buena, debe superar las 300 o 400 páginas. Ya lo dice el refrán: “burro grande, ande o no ande”. Pero yo estoy en contra de esa absurda superstición, como escritor y como lector.

10) ¿A quiénes debe Manuel Moyano sus influencias, y en concreto a quién le debe las influencias que hay en esta novela?

            Las influencias sobre esta novela en concreto las he ido citando a lo largo de esta entrevista, y debería añadir a Kipling o a Conrad y, por la vertiente sudamericana, a Quiroga, Carpentier o Mutis. Pero como lector soy muy ecléctico, y a lo mejor sería más cómodo enumerar los autores que no me gustan: Stendhal, Proust, Faulkner, Beckett, Handke. Mi primo José Luis Moreno ha visto en El abismo verde claras influencias de Bukowski: abundancia de perdedores de toda ralea, alcohol a espuertas y escenas de sexo tórrido y brutal. No era consciente de ello mientras lo escribía, pero creo que tiene toda la razón.

11) ¿Qué planes de futuro literario contempla ahora?

            A corto plazo aparecerá una novela infantil titulada Aventuras del piloto Rufus, para la que Francisco Javier García Hernández está dibujando unas ilustraciones excepcionales. Ardo en deseos de verla publicada. Tengo varios libros en boxes: una novela que ronda la ciencia ficción, un libro de relatos, y una especie de libro de no-ficción titulado Cuadernos de tierra, que reúne la narración de unos viajes que hice a pie con la investigación sobre varios crímenes que fui encontrando por el camino. Pero todo esto ya está escrito. Sobre lo próximo por escribir, me debato entre dos extremos opuestos: la novela de no-ficción y la novela de pura imaginación. No sé por cuál terminaré decantándome.


12) Convenza a un lector que no le conozca para que lea esta novela.

            Me resultaría imposible verter elogios sobre mí mismo: mi sentido del pudor no me lo permite. Repetiré lo que he ido recogiendo en los primeros comentarios de lectores y las primeras reseñas. En primer lugar, que el ambiente asfixiante y ominoso de la selva está bien logrado, de modo que el lector se siente inmerso en él desde el principio. También me dicen que la intriga impulsa a leer una página tras otra con cierta voracidad. Por último, me aseguran que hay varias escenas impactantes a lo largo de la novela que se quedan grabadas en la memoria. Sólo puedo añadir que confío en que todo eso sea cierto.





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