Empeñar el aliento
Ha
cerrado César Pérez Gellida la trilogía que iniciara con Memento mori, y lo ha hecho con tanta contundencia como brillantez,
hasta el punto de que algunos adoradores del marketing no han tenido reparo
alguno en calificarle como el Larsson español, con ese afán que tenemos en
nuestro país por etiquetarnos todos cuanto antes. Y la novela tiene méritos
suficientes como para rebelarse contra una etiqueta más bien injusta, porque
Pérez Gellida no es ningún Larsson, es Pérez Gellida, y posiblemente el famoso
y difunto sueco pudiera haber aprendido tres o cuatro cosas del autor
vallisoletano: cómo atrapar al lector con secuencias cortas cuando hace falta,
cómo variar los planos y las voces narrativas, y sobre todo cómo no abusar de
la sociología noticiera para engordar sin necesidad una novela.
Y
no se trata de orgullo patrio, sino de realidades literarias, Ramiro Sancho ha
sido un dignísimo protagonista de esta trilogía, e incluso puede volver por sus
fueros, a juzgar por las palabras que el autor consigna al final de la novela.
Pero Ramiro, con todas sus sombras y todo su sufrimiento, no es el único que ha
brillado en esta obra, porque él no hubiera sido apenas nada si el calibre de
su némesis no hubiera destacado como lo hace, pocos villanos novelescos han
podido disfrutar de la personalidad y el carácter de este Augusto Ledesma,
amante de los alias literarios, escurridizo donde los haya y capaz, él solito,
de burlar a la policía de media Europa, moviéndose por el continente con la
misma soltura que si se dedicara a saltar entre las dimensiones temporales.
Además,
Pérez Gellida recupera a otros personajes presentes en las dos entregas
anteriores, y los combina hábilmente con los que se suman a la trama. La sombra
de Armando Lopategui (Carapocha) sigue siendo muy alargada, y su hija Erika una
incombustible continuadora de la labor paterna. Destacan también la detective
italiana Gracia Galo, el ínclito islandés Ólafur Olafsson, o el director de
operaciones de la Interpol, Robert J. Michelson, todos formando un amargo club
de damnificados por las secuelas del incansable y tortuoso Ledesma.
Valladolid,
Trieste, Londres, Islandia, Praga y unos cuantos lugares más se convierten de
nuevo en un paisaje por el que Pérez Gellida se mueve con total naturalidad,
justo hasta que llega el momento de demostrar que, además de competencias
narrativas, esta autor tiene un más que profundo conocimiento tanto de las
leyes como del funcionamiento policial, algo que el lector agradecerá y que
será fundamental en el último tercio de la novela. Merece la pena empeñar el
aliento en su lectura.
Consummatum est. César Pérez Gellida.
Suma de Letras. Madrid
2014. 677 páginas. 19 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 5/7/2014)
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