Aquellos años no tan maravillosos
El
que calificó la infancia como un paraíso perdido no conocía a Ángel Gracia, ni
a él ni a la galería de estudiantes, por llamarlos de alguna forma, que
acompañan al Gafarras, el angustiado narrador de esta novela, un joven
castigado por la humillación de unas lentes obesas, y sometido a la tiranía de
los más duros de la clase, aunque él se escape creando su propio universo de
cronista y rebautizando a todos sus compañeros.
Cualquier
lector nacido entre mediados de los sesenta y los setenta se va a encontrar en
estas páginas un buen puñado de situaciones que le resultarán familiares, tanto
escolares como domésticas, sobre todo si se crio en un ambiente humilde de
clase media baja, o lo que es lo mismo, el más habitual en una época en la que
desde El Pardo trataban de que nos aprendiésemos bien aquel nuevo concepto del
desarrollismo.
Zaragoza
era una ciudad como otra cualquiera, y Ángel Gracia, haciendo gala de una
segunda persona extraordinaria, con la dificultad que su uso conlleva, nos
coloca delante un fresco no sólo social, sino también humano, porque no en vano
todos hemos ido intentando formar nuestra personalidad al transitar por las
aulas, aunque allí también fuéramos capaces de alternar nuestras mejores intenciones
con nuestros vicios más inconfesables.
Todas
las andanzas de Farute, Bruslí, el Cagón, los Guaperas, el Santito, el
Bandarras, Mazinger, la Churrera, Cristina, Silvia y demás habitantes del
universo que contempla Gafarras no son más que una muestra, a escala, de los
grandes males con los que todos hemos crecido: abuso del más fuerte,
maledicencia, miedo a la exclusión, discriminación por falta de medios, falta
de salud, una educación deficiente en la que el golpe se imponía a la razón…
Pero todo ello logra convertirlo Ángel Gracia en algo cotidiano, en una suma de
jornadas que se van sucediendo con una cadencia natural que nos hace recordar
un poco a aquel Sánchez Ferlosio de El
Jarama.
La
voz del Gafarras, su mente, también erosionada aunque se empeñe en disfrazarla
de cronista, no dejan indiferente a ningún lector, y seguro que a unos cuantos
les traerán una tonelada de recuerdos.
Campo rojo. Ángel Gracia.
Editorial Candaya. Barcelona 2014. 225 págs.
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