ENCUENTRO
CON ALFREDO GÓMEZ CERDÁ
“Empecé
a escribir literatura juvenil cuando mi hijo aprendía a leer, y es que uno no
elige los libros que escribe, sino que es elegido por ellos”
Ese autor
madrileño, ganador de Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil,
defiende que el mejor de los premios es la atención prestada por los lectores,
y a fe que no miente al ver su rostro iluminado por la ilusión al encontrarse
con 150 alumnos de 2º de ESO, ávidos por ametrallarle a preguntas acerca de la
trama que tan magistralmente urdió en El
rostro de la sombra, esta novela que bucea entre la culpa y la asunción de
responsabilidades.
Tal y como
afirma Alfredo en su blog Falso Diario (http://www.almezzer.com/blog/2012/03/12/hoy-mas-que-nunca/#comment-38922),
“es preciso leer y escribir para conocer
al prójimo, para arañar la realidad, para flotar sobre una nube, comprender y
conocer mejor el mundo, e incluso para viajar a mundos lejanos; se necesita la
literatura para ser más libres, más críticos e inconformistas, y sobre todo
para que nadie nos imponga su futuro”.
Con palabras
como éstas, y recordando su pasado como lector voraz en el barrio madrileño de
Carabanchel, el autor se ganó rápidamente a los alumnos, y fue directamente al
grano de los dos o tres momentos de su novela que sabía que más habían
impresionado a los jóvenes lectores, en especial el momento final del libro,
con ese desenlace abierto que debe ser interpretado por el propio lector. Y es que “una buena novela es la que provoca
preguntas pero no da respuestas”, y ésa es precisamente una de las esencias
de esta obra.
No hay que
olvidar que uno de los mensajes de esta novela es la culpa y la responsabilidad,
así como la necesidad de asumir ambas, o lo que es lo mismo, de que cada
persona sea capaz de responder de sus actos. Algunos alumnos le preguntaron qué
hubiera hecho él al ponerse en el lugar del padre del protagonista, y sin
dudarlo reconoció que habría denunciado a su hijo, por su propio bien, pero sin
alejarse en ningún momento de su lado. Puede sonar muy contundente, pero se
comprende mejor esa actitud si recordamos, como hizo el propio Alfredo, que el
ser humano siempre aprende mucho más de los errores que de los aciertos.
El acierto,
una vez más, ha sido nuestro, al invitar a una persona como él a esta semana, y
poder así disfrutar de sus palabras.
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