La errata más amarga
El corrector estilístico Vladimir, antaño escritor de no desdeñable proyección, pasa revista a todo lo que sintió en aquella mañana aciaga, y no se deja llevar por las emociones viscerales, sino que es capaz de reflexionar acerca de cómo lo ocurrido percutió en su existencia, y con expresiones tan demoledoras como brillantes: “Por la calle hay gente que sufre anginas de pecho y madres a las que la leche se les ha cortado”. El ejercicio más difícil, por tanto, consistía en valorar en qué medida el ser humano se vio sacudido por aquellas explosiones, y cómo encontrar los mecanismos necesarios para protegernos del mal.
En esa concatenación de juicios y recuerdos, a Vladimir le acompañan Zoe, su pareja, sus padres, tan alejados generacionalmente, su editor y un amigo que le llama desde Madrid. Con esas voces, y las de los noticiarios, como fondo, Ricardo Menéndez Salmón habla de literatura, de amor, de muerte, de las primeras reacciones políticas, y hasta del sinsentido que muchos experimentamos aquel día, al preguntarnos cómo era posible que “los viejecitos arrojaran pan a las palomas” y los niños “se esforzaran desde su pupitre por comprender la naturaleza íntima de la división”. A pesar de todo el dolor y de la poca talla de nuestros políticos, el mundo siguió girando, y Vladimir trata de explicarse ese misterio a lo largo de las páginas de la novela. Mucho se ha escrito sobre ese día, y mucho más se escribirá, pero probablemente no con la calidad, la profundidad de pensamiento y la sensibilidad que atesora Menéndez Salmón. Todos estábamos en aquellos trenes y para todos, los que quedamos y los que no, está escrita esta novela.
‘El corrector’.
Ricardo Menéndez Salmón.
Seix Barral. 143 páginas.
(LA VERDAD- ABABOL. 18/4/09)