DOCE LUNAS
DAVID MONTEAGUDO
INVASIÓN
Una interesante conversación con David Monteagudo, al hilo de la publicación de su nueva novela, Invasión, un texto adictivo que no va a dejar indiferente a nadie.
1) Recordando
Fin, y tras leer Invasión, se tiende a buscar algunas pautas comunes entre ambas
obras, ¿escribe David Monteagudo distopías, ciencia ficción, antiutopías,
realismo onírico…? ¿Cómo podemos calificar sus novelas?
La verdad es que yo empecé intentando
escribir género fantástico, pero parece ser que al final me salen unos libros
tan enjundiosos, y con unas posibles interpretaciones tan sesudas, que se han
acabado definiendo mis obras como novelas existenciales, o metafísicas, con
unos ambientes realistas –o incluso costumbristas- en los que el elemento
fantástico, o absurdo, es el que genera la reflexión, o la introspección en los
miedos individuales y colectivos.
2) Para
Sartre el infierno eran los otros, para García, su personaje, son los gigantes
que empieza a ver de repente, ¿qué infiernos ve usted en esta sociedad?
Aparte de la precariedad y la pobreza, la progresiva
banalización que se basa en la imagen y la satisfacción inmediata, como forma
sutil e indolora de imponer un pensamiento único castrador e incluso delirante.
Y esto ya tira un poco más a Invasión.
3) Imagino
que es intencionado el hecho de que García no tenga nombre…
Sí, García es un individuo gris, sin relieve ninguno y
sin ningún talento especial para ninguna actividad. Lo único que le hace
especial es su soledad y su clarividencia, una lucidez que le hace ver
monstruos, y que tal vez le viene un poco grande.
4) En
sus novelas anteriores ya aparecían personajes de un temple considerable, ¿cómo
logra perfilar criaturas así, con la sangre fría que demuestra este García?
Me gusta pintar personajes muy racionales, muy
analíticos, porque eso crea un contraste muy fuerte con el elemento fantástico
que aparece en la novela, y lo hace todavía más espeluznante. El personaje, en
su intento de encontrar una explicación a lo que le ocurre, lo analiza con
pelos y señales, de una forma casi científica. No me cuesta reproducir esos
procesos mentales, porque yo mismo soy muy racionalista y muy analítico, y un
poco obsesivo.
5) Sus
novelas tienen siempre varios planos de lectura, ¿cómo se gestan, nace primero
la idea capital y luego los planos simbólicos e interpretativos, o viceversa?
Primero nace la idea de origen, que a veces no es ni tan
siquiera una idea, sino una simple imagen muy chocante u onírica. Después, al
tirar del hilo y sacarle jugo, y buscarle juego a esa anécdota, ya van
saliendo, como si de un psicoanálisis se tratara, todas las inquietudes, los
miedos del propio autor y de la sociedad en la que vive.
6) ¿Hay
algún objetivo concreto que busque David Monteagudo con su literatura?
Busco permanecer, luchar contra el olvido, seguir
viviendo en mis escritos. También busco un placer estético, que a ratos se
consigue –no en el proceso de escritura, que para mí es arduo y trabajoso-
cuando el resultado final es armónico y satisfactorio, según mis conceptos
estéticos y mi cultura literaria.
7) En
la novela hay un conflicto soterrado entre dos fuerzas, la sumisión o la lucha,
¿usted sigue teniendo ganas de luchar o le tienta rendirse?
A mí me gusta ser diferente a los demás; sólo en la
adolescencia, durante algún tiempo, quería ser normal. En ese sentido, no hay
una verdadera pugna, no me cuesta nada mantenerme al margen de muchas cosas,
sino que incluso me satisface. Probablemente ésta sea una forma de egolatría
como cualquier otra, pero creo que para mi actividad como creador es una
actitud que resulta beneficiosa. De modo que sí, sigo teniendo ganas de luchar;
y no, no me tienta rendirme. Aunque la presión cada vez es más grande, y a
menudo, como a García, me llega de las personas más cercanas: “No puede ser que
aún no tengas una página en Facebook, si quieres yo te explico cómo se hace”.
8) ¿Es
bueno ser hoy un “García”, es bueno intentar rebelarse, al menos de
pensamiento, ante la realidad que nos rodea?
Creo que sí, que es bueno intentar rebelarse, aunque
comporte alguna renuncia, un cierto grado de ascetismo. Hay toda una masa que
nunca podrá hacerlo, porque carece de una verdadera base, de una formación
humanística (ya se han preocupado las grandes multinacionales de que no la
tenga) que le permita tener un criterio propio, una verdadera libertad de
pensamiento.
9) García
se siente bastante asediado en algunos tramos de la novela, ¿usted se ha
sentido alguna vez así, y qué o quién le asediaba de tal forma?
Ya he contestado en parte a esta pregunta en la número
siete. Bromeando con mi editora, le digo que cada vez que me riñe, cariñosamente,
desde luego, por no estar en las redes sociales, yo la veo como a una giganta,
como a una de las de mi libro.
10) Una
de las mayores virtudes de sus obras es el ritmo narrativo, ¿cómo consigue
alcanzar esa cadencia que atrapa al lector, con suavidad pero sin soltarlo,
para llevarlo de paseo hasta el final de cada obra?
Cuando uno se “profesionaliza”, en el sentido de que se
dedica a esto de escribir con continuidad, y publica, y recoge las sugerencias
de los editores, y batalla con los correctores, aprende muchas cosas, y va
perfeccionando su estilo, y descubre la parte ardua y trabajosa de este oficio.
Pero tal vez sus principales virtudes como narrador, las más esenciales, no
sólo son innatas, sino que son aquellas que consigue sin ninguna dificultad,
pues le salen de forma natural, y sin que sea muy capaz de explicarlo.
11) Háblenos
de la portada de la novela, a mi juicio una virtud más de la misma. ¿Tantos
tubos de desescombro se ven hoy en esta sociedad?
Fui yo quien “pidió” esa portada –no desaprovecho la
ocasión de apuntarme el tanto- y a los editores también les pareció muy
apropiada, muy sintética. Yo veo muchos tubos de desescombro, a diario, hasta
el extremo de que a veces llegan a inquietarme. Pero me permitiréis que no concrete
cuáles son estos “tubos”.
12) ¿Qué
le diría a un lector que no le conozca para que se acerque a esta novela?
Le diría que no se asuste por la
etiqueta de “existencial” que va adquiriendo este libro, porque –y en esto
coinciden todos los lectores- también es una novela entretenida, incluso
divertida, y es uno de esos textos potentes, llamativos, cuya lectura crea
adicción.