Pequeña crónica en imágenes del paseo que Sergio Gomes se dio por Getafe Negro hasta recalar en la compañía del Comisario del Festival, Lorenzo Silva, que fue el encargado de presentarlo en tierras tan ilustres y tan versadas en el mundo de la intriga.
ANTONIO PARRA SANZ (Madrid 1965), profesor de Lengua y Literatura, de Escritura Creativa y crítico literario. Novelas: Ojos de fuego, La mano de Midas (Premio Libro Murciano 2015), Los muertos de las guerras tienen los pies descalzos; Acabo de matar a mi editor, Dos cuarenta y nueve y Entre amigos (Serie Sonia Ruiz 6). Relatos: Desencuentros, El sueño de Tántalo, Polos opuestos, Cuentos suspensivos, Malas artes. Artículos: La linterna mágica, Butaca de patio. Ensayo: Tres heridas.
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lunes, 26 de octubre de 2015
LA MANO DE MIDAS EN GETAFE NEGRO
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domingo, 25 de octubre de 2015
VÍCTOR ROS Y EL GRAN ROBO DEL ORO ESPAÑOL - JERÓNIMO TRISTANTE
Víctor Ros universal
Cuando
un personaje al que todos los lectores están ya acostumbrados a reconocer
trasciende los límites de un determinado medio, puede pensarse que se
contaminará en cierto modo con los rasgos de dicho medio, o que incluso llegue
a perder parte de su primitiva esencia. Ese riesgo ha corrido Víctor Ros al
saltar de la letra impresa a la pequeña pantalla, máxime si tenemos en cuenta
la buena acogida que tuvo la serie televisiva, pero ha sido un riesgo
controlado, porque su creador, Jerónimo Tristante, sabe muy bien dónde tiene
los pies y cuánto le deben, él mismo y su personaje, a tantos y tantos lectores
fieles como tiene. Tampoco es el primer caso del que tenemos noticia, otros
investigadores muy conocidos, tales como Wallander, el comisario Montalbano y
hasta el propio Pepe Carvalho, pasaron por la misma tesitura y salieron
triunfantes.
Pero además
de la cordura y la habilidad de Tristante, es justo reconocer que el propio Ros
ha consolidado ya de tal manera su personalidad que es capaz de conducir sus
aventuras superando cualquier obstáculo. No en vano esta entrega puede ser la
que más impedimentos le provoca para que no consiga llevar a buen puerto una
investigación que le ha devuelto, al menos temporalmente, al servicio de la policía
española. Impedimentos que empiezan por un arriesgado robo en el tesoro patrio,
continúan con las inquietantes sombras de Aldanza y Barbara Miranda, que
persisten contumaces en acabar con la vida del detective, y terminan con el
traslado a Londres, donde transcurre la mayor parte de la trama.
Es allí donde
debemos detenernos para valorar como se merece la capacidad literaria del autor
murciano, porque las escenas descriptivas de la capital del imperio son
absolutamente antológicas: la vida del puerto, con su trasiego de gentes,
barcos y mercancías, o el prisma social de la época, presente en una velada
operística, son impresionantes, pero donde la brillantez rebosa es en la
pintura de los ambientes tanto de los fumaderos de opio, con esa alternancia
del lumpen y los señoritos de la nobleza más depravada, como del infierno de
Whitechapel, un submundo del que pocos logran huir y en el que Víctor Ros no
dudará un segundo en adentrarse en busca de información. En ambos casos, al
describir tanto el fumadero como el paraíso de Jack el Destripador, Tristante
parece haberle vendido su alma a Dickens o a Conan Doyle, a cambio de unos ojos
de lo más británicos.
Y ya que
hablamos de Conan Doyle, es justo reparar también en el delicioso episodio en el
que Víctor Ros conoce al que ha sido su modelo, Sherlock Holmes, y a quien
incluso aspira a superar, a tenor de las conversaciones que ambos mantienen, camuflados
como tienen por costumbre, y en las que la vanidad del inquilino de Baker
Street queda tan patente como su talento. El guiño es tan evidente como
agradecido para los amantes del género, que incluso pueden quedarse con ganas
de asistir a un nuevo encuentro entre ambas mentes preclaras.
No es ésa la
única baza ganadora que podemos percibir en la novela, tal vez es la más brillante,
porque a las demás ya estamos habituados tras las entregas anteriores, a saber:
la capacidad de Tristante para manejar, al mismo tiempo y sin que ninguna se
resienta, varias tramas y subtramas, el hecho de que el lector conozca algunos detalles
y secretos antes incluso que el propio detective, lo que indica una vez más el
cuidado con el que trabaja el autor, y por supuesto la dosificación de la
tensión narrativa, gracias a la cual los lectores vamos encadenando
acontecimientos con una celeridad que no nos concede un solo respiro.
Tampoco
debemos olvidar el rigor histórico que desprende la novela, y la forma en que
se insertan, en ese marco temporal, el episodio del robo y las reacciones que
dicho suceso provoca en las autoridades británicas, que muestran bien a las
claras cuál ha sido siempre el carácter del gobierno de la Pérfida Albión, ahí
tampoco se esconde el autor, y no le tiembla el pulso a la hora de desvelar
ciertas miserias y turbios planes que dejan a la diplomacia como una disciplina
política menor.
Por
otro lado, no se trata de desvelar aquí todas las sorpresas que se esconden en
la novela, y que no son pocas precisamente, pero no dejarían de ser meros
fuegos de artificio de no ser por el mérito de Jerónimo Tristante, que una vez
más se muestra como un maestro de ceremonias capaz de manejar un circo de
varias pistas narrativas en el que personajes como Blázquez, adorable al
intentar adaptarse a las costumbres británicas, o Martin Roberts, díscolo al
cuestionar la actitud de sus superiores de Scotland Yard, han dado un paso al
frente en su nivel de protagonismo. Clara Alvear y Eduardo, por supuesto,
mantienen también una importante presencia, para que Víctor no caiga en la
tentación de volver a ser un lobo solitario, y a ellos se incorpora una mujer
llena de secretos, María Fuster, a quien Tristante va dando paso y que apunta
maneras como personaje dispuesto a reaparecer en sucesivas entregas. Todo ello
contribuye a demostrar que, aunque era ya antes imparable, el mundo de Víctor
Ros, con este salto a Europa, se va a consolidar ya del todo en la galería
universal de los buenos detectives.
Víctor Ros y el gran robo del
oro español. Jerónimo Tristante.
Plaza y Janés. Barcelona
2015. 379 páginas. 18’90
euros.
jueves, 22 de octubre de 2015
ENTREVISTA SOBRE LA MANO DE MIDAS
Éste es el resultado de una velada estupenda en Mr. Witt Cafetería, en la que Aniceto Valverde me entrevistó para su web www.expresodemandarache.es, y en la que hablamos de La mano de Midas y de novela negra.
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domingo, 18 de octubre de 2015
DOCE LUNAS - ESTEBAN NAVARRO
DOCE LUNAS
ESTEBAN NAVARRO
LA
PUERTA VACÍA
- La
puerta vacía es
la tercera entrega de Diana Dávila, ¿cómo se consigue que sobreviva un
personaje como para continuar protagonizando una serie?
Son los lectores los que consiguen que
el personaje sobreviva y perviva con sus opiniones e interés por Diana. Esta
joven, prometedora y extrovertida policía nacional nació literariamente en La noche de los peones, se formó como
agente en Los crímenes del abecedario
y ha madurado en La puerta vacía. Es
así porque los lectores lo han querido. Y espero que sigan apoyándola para que
Diana progrese en la policía y no se desvanezca en la literatura.
- Que
se sepa, es usted el único autor que ha perfilado una protagonista
femenina para sus novelas negras sin emparejarla con otro compañero, ¿ha
sido algo premeditado?
Posiblemente sí, ya que ha llegado un
punto de realismo en la novela policíaca nacional en la que hay que darle a la
mujer el protagonismo que se merece. No tendría sentido que en las Brigadas de
Investigación de la Policía Nacional haya desde inspectoras jefas, inspectoras
y agentes, que incluso en ocasiones actúan solas o en parejas con otras
mujeres, y que en la literatura eso no tuviera su reflejo.
- ¿Se
atreve a valorar el papel que estaba teniendo hasta ahora la mujer en la
novela negra?
Sí,
por supuesto. Pero antes hay que recordar que hace casi noventa años Agatha
Christie ya utilizó a una mujer, Miss Marple, como protagonista de algunas de
sus más reputadas novelas. En la actualidad hay muchas y buenas obras cuya
protagonista es una mujer. Podía estar horas nombrándolas, pero hay que
destacar a Dolores Redondo y su inspectora de homicidios de la Policía
Foral de Navarra Amaia Salazar. Y,
cómo no, a la reciente ganadora del Premio Planeta Alicia Giménez Bartlett
y su inspectora Petra Delicado.
- Un
hombre de negocios asesinado, un periodista que parece tener poderes
adivinatorios, una esposa un tanto libertina y la propia Diana Dávila,
¿con cuál de los cuatro personajes se ha sentido mejor y a cuál ha odiado
más?
Con Diana siempre me siento bien. La
conozco. Me conoce. Y de esa simbiosis surge una forma fluida de hacer
literatura. Es imposible llevarse mal con Diana. De los otros personajes no
puedo decir nada, ya que desvelaría parte de la trama, pero en cualquier caso
siento cierta simpatía por todos, cada uno a su nivel.
- ¿Cómo
se lleva la convivencia entre el policía y el escritor?
Mal. O muy mal. Pero ahora creo que no
podría existir uno sin el otro. Los turnos de trabajo, las noches y los fines
de semana, poco ayudan a estar despierto y concentrado en escribir, pero gracias
a mi profesión puedo alimentar a mis personajes para que sean lo más reales
posible.
- De
momento han visto la luz tres entregas de Diana, ¿tiene prevista ya la
continuidad de la serie?
Sí. Hay una cuarta y en vías de
conclusión una quinta. Diana es mucha Diana.
- Usted
es un hombre de orígenes meridionales que ahora está en el norte, ¿se nota
mucho ese cambio a la hora de investigar o escribir crímenes?
Respecto a la investigación lo
desconozco, ya que nunca he trabajado en el sur, pero imagino que sí, que cada
zona tiene sus peculiaridades. Y respecto a la hora de redactar esos crímenes,
estoy convencido de que sí hay diferencias. Y si no, sólo hay que fijarse en la
literatura noruega, por ejemplo, para distinguirla de la nuestra.
- ¿Qué
opina sobre el “boom” de los certámenes de literatura negra que hay en
nuestro país? ¿Son una señal de que el género está sano?
El género siempre ha estado sano, otra
cosa es que haya tenido altibajos. Pero el hecho de que hayan crecido como
setas un sinfín de semanas y festivales de novela negra no es más que un
termómetro que indica que hay pasión por este tipo de literatura.
- ¿Cuál
es la espoleta que pone en marcha sus novelas, qué es lo que le hizo
arrancar con la trama de La puerta vacía?
Un instante. Un momento. Una duda. Una
novela surge en un periquete, en una reflexión, en una pregunta. En su
respuesta. En el caso de la puerta vacía estaba sentado en una terraza de un
hotel, al lado de la piscina, en verano y de noche. En uno de los balcones
había una chica rubia, en bikini, fumando un cigarro. Me pregunté cómo actuaría
yo si a esa chica la asesinaran. Pensé que una persona normal llamaría a la
policía. Pero, ¿y un policía? El policía correría hacia la habitación en su
ayuda. Tuve claro que había de comenzar una novela inspirándome en esa imagen.
- ¿Cree
que la situación sociopolítica que hemos vivido puede haber marcado el
tono de la literatura negra que se está haciendo en España en los últimos
años?
No lo creo, estoy convencido de ello.
La actualidad, en este caso, es la mejor novela negra.
- ¿A
quién tenemos que agradecerle que Esteban Navarro escriba novela negra? ¿Cuáles
son sus autores de cabecera o los que más le han influido?
De
niño me enganché a Ellery Queen, devorando sus novelas. Pero la atracción
total hacia el género llegó de la mano del maestro Georges Simenon y su
Comisario Maigret.
- ¿Qué
le diría a un lector que no le conozca para que se acerque a esta novela?
Que la lea. Y luego hablamos...
sábado, 17 de octubre de 2015
sábado, 10 de octubre de 2015
LA PUERTA VACÍA - ESTEBAN NAVARRO
Ha
regresado Diana Dávila, y eso significa que ha regresado también Esteban
Navarro, esta especie de chamán de la novela policiaca que va sembrando de
ejemplares las librerías patrias, y es lógico, si nos atenemos a la manera en la
que estructura sus tramas, que a ratos parecen un laberinto del que uno duda
que podamos salir. Pero si el lector se deja llevar, y tiene paciencia, el
autor murciano afincado en Aragón alcanza siempre el malabarismo justo para que
todo cuadre al final con una pasmosa naturalidad.
Esta
inspectora atípica aterriza ahora en Murcia, en mitad de una comisaría
dominada, como tantas otras, por hombres que la verán un poco como una amenaza,
tanto profesional como sexual, y llega justo cuando estalla toda una bomba de
dimensiones imposibles, nada menos que el asesinato de uno de los empresarios
más conocidos de la ciudad, y casi casi del país. Así que Diana no tiene ni
tiempo para instalarse antes de empezar a lidiar con una viuda de legendario
furor uterino, el amante de ésta, un pelele en sus manos, y un joven periodista
que ha aparecido junto al cadáver sin que pueda recordar cómo llegó hasta allí.
Los
tintes sociológicos, como no podía ser de otra forma, están muy presentes, para
bien y para mal, y los escenarios oscilan entre Murcia, Cartagena y Moratalla,
pero sobre todo adquiere un brillo especial el hotel en el que ocurrieron los
hechos, un lugar al que Esteban Navarro ha logrado sacar un gran partido. Hay
tópicos del género, por supuesto, alguna que otra intimidad policial que su
autor conoce a la perfección, y un ritmo de capítulos breves y rápidos que
logra contagiar al lector con la celeridad con la que se mueven los
investigadores, sabedores de que sólo tienen setenta y dos horas para dilucidar
si el joven periodista es el culpable o sólo otra víctima más.
La puerta vacía. Esteban Navarro.
Ediciones B. Barcelona
2015. 320 págs.
(LA VERDAD, "ABABOL", 10/10/2015)
lunes, 5 de octubre de 2015
GOMES EN LA REVISTA PRÓTESIS
Ésta es la reseña que David G. Panadero ha publicado en la revista PRÓTESIS, vaya desde aquí mi agradecimiento por sus palabras.
Y el enlace para leer la reseña completa: http://www.revistaprotesis.com/2015/10/la-mano-de-midas-antonio-parra-sanz.html#more
sábado, 3 de octubre de 2015
MIENTRAS SEAMOS JÓVENES - JOSÉ LUIS CORREA
El síndrome Stendhal
Hay
quien piensa que la obsesión desmedida por la belleza puede llevar a la perdición,
y si a ese síndrome le sumamos que la belleza la encarne una joven y turbadora universitaria,
capaz de conquistar a su casi cincuentón director de tesis, el conflicto entonces
se agranda hasta límites insospechados. Pero todo puede complicarse aún más,
sobre todo en los casos de Ricardo Blanco, a quien el canario José Luis Correa hace
ya transitar por su octava entrega. La muerte de la joven Paola Bortolucci
lleva a la cárcel a su profesor y amante, un tipo con más sombras que luces, y
a éste a contactar con el detective para que demuestre una inocencia en la que
nadie se ha molestado en creer.
En
esta ocasión es el propio mal quien pide ayuda a un Ricardo Blanco que ya por
fin ha levantado cabeza del todo tras la desaparición de su abuelo Colacho
Arteaga, su única familia. Acogido por su ayudante Inés, por Beatriz, con la
que sigue intentando iniciar un proyecto común de vida, y por el matrimonio
formado por el inspector Gervasio Álvarez y su esposa Susana, Blanco encuentra
al fin un poco de estabilidad, tal vez cuando la edad más se lo estaba pidiendo,
cuando se hace más necesario vencer a la soledad y tener alguien al lado para
comentar el camino transitado, ahora que supera en distancia al que queda por recorrer.
Pero
como no hay nada perfecto, esa serenidad se verá sacudida por el recuerdo de la
universitaria violada y asesinada, que le pone frente a intrigas académicas,
odios amorosos, crisis de madurez, antecedentes de malos tratos, turbios
secretos familiares que provocan extrañas alianzas, y hasta la conciencia de
que, por muchos síndromes de Stendhal o de Lolita que se padezcan, el mal es
mucho más sibilino y retorcido, y nunca nadie parece decir lo que en verdad debería.
Es,
posiblemente, la entrega más reflexiva de Correa, y la que más bandazos le
obliga a dar a Ricardo Blanco, señalado por todo el mundo por defender a quien
carga con todas las papeletas de la culpa, y obligado también a luchar contra
Inés y Beatriz, que se alían en un frente de género atentas a cercenar cualquier
atisbo de errónea solidaridad masculina. Por lo demás, el ritmo típico de
Correa sigue intacto, sus afiladas observaciones y su deambular por la isla siempre
son una delicia, y la forma en la que nos hace llegar al desenlace tiene la
suavidad de una piel adolescente.
Mientras seamos jóvenes. José Luis Correa.
Alba. Barcelona 2015. 228 páginas.
(LA VERDAD, "ABABOL", 3/10/2015)
UN MILLÓN DE GOTAS - VÍCTOR DEL ÁRBOL
Matrioskas
Uno
de los retos más complejos que se pueden dar en una novela es la alternancia
temporal, y no tanto los saltos al pasado o el futuro como la coexistencia de
dos líneas temporales que vertebren cada una su correspondiente trama
narrativa. Y es complejo porque hay autores que luego no logran hacerlas
confluir con lógica, con éxito, claro que por suerte hay otros que no sólo las
hacen coincidir, sino que las van hilvanando poco a poco hasta completar una
mixtura cuyo único objetivo es abrirle los ojos al lector y aumentar un poco
más su disfrute.
Víctor
del Árbol es de estos autores, de los que saben manejarse entre la memoria con
tanto cuidado como determinación, sólo así se explica que la trama de la
familia Gil adquiera las dimensiones que toma en esta novela. El abogado
Gonzalo Gil, que intenta sobrevivir en una dinámica que no le acaba de llenar,
con un suegro despótico, una mujer a la que siente lejana y unos hijos
intermitentes (él muy distante, ella todavía muy pequeña), se verá sacudido por
el suicidio de su hermana, agente de policía a quien también acusan de haber
torturado hasta la muerte al hombre que mató a su hijo.
Sólo
esta trama sería capaz de seducir a cualquier lector, pero el autor barcelonés
va mucho más allá, porque todo empieza con una gota, la que puede provocar el
desbordamiento, y para encontrarla hay que bucear en los secretos de otro
miembro de la familia Gil, Elías, el joven ingeniero republicano que se fue a
la URSS y ya nunca volvió igual, porque no se regresa igual del cautiverio
siberiano. De aquellos años padecidos en la cuna del comunismo, y de cómo se
proyectaron después en nuestra guerra, dependerán muchos de los acontecimientos
que salpican, y amenazan, la vida de Gonzalo Gil.
Poco
a poco vamos descubriendo, mejor dicho, Víctor del Árbol nos va abriendo nuevas
muñecas rusas, nuevas matrioskas en cuyo interior se halla alguna clave, nunca
todas, para que sigamos el camino de Gonzalo hacia la verdad, aunque no dejemos
nunca de preguntarnos si esa verdad no será mucho más dolorosa que vivir en el
engaño. Pero así es el juego de la vida, la partida que se nos propone en una
novela que roza la adicción, y en la que nunca podemos estar seguros de conocer
del todo a quienes transitan por sus páginas.
Novela
con mayúsculas, con muchas mayúsculas, y con unos personajes dotados de una
potencia narrativa y vital como pocas veces se ve. Hay que zambullirse en ese
océano de gotas temporales y rezar para ser capaz de respirar en él.
Un millón de gotas; Víctor del Árbol
Destino, Barcelona 2014. 670 páginas.
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