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domingo, 8 de diciembre de 2019

FLORES MUERTAS - JULIO CÉSAR CANO

FLORES MUERTAS de Julio César Cano por Antonio Parra

Título
Flores muertas.
Datos publicación
Ediciones Maeva Noir. Madrid 2019. 372 págs.
 Datos del autor
             Julio César Cano (1965, Capellades, Barcelona) empezó a escribir después de trabajar durante años como músico y mánager de grupos. Es conocido, sobre todo, por su serie del emblemático inspector Monfort, ambientada en Castellón, donde el autor vive actualmente con su familia. Flores muertas es el cuarto caso, que sigue a Asesinato en la plaza de la Farola, Mañana, si Dios y el diablo quieren y Ojalá estuvieras aquí. Esta novela es, además, un homenaje al mundo de la música.

Sinopsis de la obra

            En mayo de 2008 el grupo indie Bella & Lugosi realiza un exitoso tour que termina en el nuevo Auditorio de Castellón. Antes de cantar el último tema, una versión de los Rolling Stones, el vocalista, Joan Boira, se retira un momento al camerino, del que ya no saldrá con vida.
            El inspector Bartolomé Monfort apenas ha tenido tiempo de asimilar la muerte de su madre, cuando debe incorporarse a la investigación de la muerte de Boira, cuya causa parece ser una sobredosis por heroína, algo extraño porque no consumía drogas ni bebía alcohol. Monfort acude al lugar del crimen junto a Silvia Redó, que ha ascendido a subinspectora. En colaboración con el nuevo agente de la Científica, Robert Calleja, Monfort y Redó investigarán un caso repleto de intriga y giros inesperados.

Reseña
Monfort y la música

            Cuarta entrega de la serie del inspector Monfort, o lo que es lo mismo, Castellón en la palestra negra, tal y como ya  nos tenía acostumbrados Julio César Cano, con esa delicadeza que muestra a la hora de pasear por la ciudad levantina, incluso por su provincia, pero también cuando se trata de mostrar cómo andan las vidas del propio Monfort y sus compañeros y superiores, Silvia Redó, Terreros, García, el forense Morata, o Calleja, el nuevo, una jugosa y gaditana incorporación, y por supuesto el comisario Romerales. Todos ellos forman un universo, mejor dicho, una familia que los habituales lectores de Cano reconocerán con agrado, y que los nuevos encontrarán de lo más acogedora.
            Un cantante muerto, un grupo, Bella & Lugosi, descabezado por segunda vez, unas flores muertas, un escritor acuciado por el miedo y las drogas, una historia antigua en la que los malos tratos y la sangre camparon a sus anchas. De todo ello va teniendo noticia el lector en su momento, poco a poco, con dosificaciones medidas para que nos hagamos una composición de lugar casi a la vez que el propio Monfort, quien ha arrancado la novela con una importante sacudida familiar y al que acechan algunas sombras físicas.
            Hablamos, por tanto, de evolución, de una serie que ha ido cumpliendo años, pero también de un homenaje hacia la música del que quizá tenga que responder el pasado del propio autor. Hablamos también de sueños rotos, de venganzas postergadas, de traiciones, de si en verdad el mito aquel de sexo, drogas y rock and roll se puede dinamitar o sigue aún en vigor.
            Y siempre, con la exquisitez característica de un personaje sobrio, amigo del buen yantar y del buen beber, amigo también de la música, un hombre a ratos bastante solitario –aunque no siempre- que en cambio tiene una virtud de la que carecen otros investigadores, una enorme paciencia para escuchar a los suyos. Sólo así nosotros también podemos escuchar y caminar a su lado por la urbe castellonense, lo demás es literatura, nada menos, como la alternancia de voces narrativas, para que quien anda buscando justicia nos cuente por qué lo hace, o como la mesura en el avance de la trama, la ambientación y el ritmo idóneos, que nos dejarán plantados en su momento ante el correspondiente final.
            Hay novelas negras que inducen al vértigo, y otras en cambio a la reflexión, para que alternemos lo social con lo humano, para que le veamos las miserias a la otra cara de la realidad, para que los sospechosos sean más sospechosos que nunca aunque sólo uno termine siendo el culpable del crimen. Las otras culpabilidades están en la esencia humana, lo bueno es que Julio César Cano también es capaz de mostrárnoslas.

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